Por Zaragoza se va a Lisboa
Cuando Pedro Sánchez presentó la moción de censura le salió un agente libre que descolgó el teléfono y movió Roma con Santiago para que el impeachment de Mariano Rajoy fuera un éxito. Pablo Iglesias tomó el papel que eludió el PSOE, con el arrojo pugnaz y maquiavélico que adjetivan su acción política, antítesis de la invencible catalepsia, más mineral que vegetal, del expresidente Rajoy.
La incógnita sobre la relación que en adelante desplegarían Sánchez e Iglesias se despejaba con la discreta reunión de ambos en Moncloa y las maneras florentinas vistas ayer en la sesión de control, que han venido a confirmar que Iglesias seguirá operando como agente libre –comprometido con la misión y ajeno a la cadena de mando–, una posición que guía la reunión del líder de Podemos, el próximo lunes, con el president Quim Torra. De la gestación del encuentro el presidente del Gobierno ha estado informado al minuto. El beneficio mutuo es obvio. Esta modesta operación Catalunya de Iglesias, coordinada con el líder de Podem, Xavier Doménech, y tan distinta de la homónima dirigida por Soraya Saenz de Santamaría, le sirve a Sánchez de heraldo informal para estar sobre aviso ante el inminente diálogo bilateral. E Iglesias amortiza la esforzada y a la sazón inútil apuesta por el diálogo que lanzó en septiembre del 2017, y que tuvo en la Declaración de Zaragoza, fruto del encuentro de medio millar de cargos electos –en ausencia de los luego firmantes del 155–, su expresión melancólica.
El agente libre Iglesias no pasa minuta, pero tampoco trabaja gratis. Confía que Sánchez aplique la prometida agenda de reversión de la austeridad prusiana, hacia abajo, aplicada por el PP. Que en Bruselas, sin llegar a ser un incordio, Madrid sea un bulto sospechoso, como el gobierno de Lisboa. Por lo visto ayer, el Ejecutivo parece complacido con ceder un papel a Unidos Podemos en su acción política. El tándem SánchezIglesias gusta y se gusta. Y eso es tan prometedor para ambos como inquietante para el PSOE de las baronías.