La Vanguardia

Duelo de reinas

- Pilar Rahola

La guerra por la sucesión en el PP dará momentos de gran alegría, y no será por la confrontac­ión de ideas, sino por el club de la lucha que se ha instalado en la calle Génova. Descartado Feijóo –demasiado pesada, la carga de viejas fotos con alegres compañías en los tiempos del Fargo–, y con Margallo haciendo de muletilla para erosionar a la antigua vicepresid­enta, la batalla será cosa de dos, ambas reinas del imperio pepero, y ambas dos declaradas enemigas íntimas.

Cospedal frente a Sáenz de Santamaría, Dolores frente a Soraya, las entrañas del partido versus las entrañas del Estado y, en el fragor de la batalla, el destino de un partido que resurgirá de la quema actual, para desgracia del neofalangi­smo de Ciudadanos, que ya se veía coronado. Pero con el PP en la oposición, gobernando los socialista­s y con liderazgo renovado, es evidente que los populares presentará­n una mejor batalla a sus naturales adversario­s políticos, esos que se han situado al extremo derecho de la bandera. En cualquier caso, era cierta la percepción de que la moción de censura dejaba a Rivera con el paso cambiado, y ahí está desde entonces, con catatónica mirada.

Cospedal tiene esa imagen de mujer de derechas severa e inflexible que tanto gusta a sus acólitos

Desatada, pues, la batalla, y con las dos lideresas del PP en posición de ataque, pareciera que ambas huestes están más o menos equilibrad­as, e incluso, desde la perspectiv­a de la opinión pública, Soraya estaría mejor situada. Sin embargo, creo que su ventaja es más espejismo que realidad y que quien realmente tiene las de ganar es Cospedal. Primero, porque con las elecciones internas de partido pasa lo mismo que con el Barça: que todos opinan, pero sólo votan los socios o, en este caso, los militantes. Segundo, porque la derecha más dura y más española considera a Saénz de Santamaría como la culpable de todos los errores, responsabl­e –por incapacida­d de pararlo– del gran éxito del 1-O, percibido como ofensa y grave deshonor por ese lado del espejo. El ejemplo de dicho pensamient­o, en forma de culebra verbal, lo regalaba ayer mismo ese dechado de elegancia que es Jiménez Losantos, que dedicó a doña Soraya epítetos tan delicados como “lamebotas, judas, cajera...” y, por supuesto, “la niña de Rajoy”. Según tan fino analista, Soraya habría sido la gran aniquilado­ra del PP, salvada de la quema por La Sexta, “ese aparato de destruir la derecha”, que la propia Soraya habría creado.

Por si fuera poco, y según un portal llamado Merca2, en la larga sobremesa de muchas horas y más whiskies, maese Rajoy habría dejado caer una bombita sobre “asuntos íntimos” que, desde hacía un año, tenían distraída a la vicepresid­enta, y el chisme ya recorre los mentideros de la prensa roja. Finalmente, Cospedal tiene esa imagen de mujer de derechas severa e inflexible que tanto gusta a sus acólitos, y domina la estructura interna del partido. De ahí que puede que Soraya guste en la globosfera, pero Cospedal arrasa dentro del partido, y es ahí donde se la juegan.

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