La Vanguardia

Romper con la Corona

- Fernando Ónega

Si esta semana pasa a la historia, será porque fue la semana en que la Generalita­t de Catalunya inició una ofensiva directa contra el rey Felipe. Todo empezó cuando se publicó que Puigdemont había ordenado a Torra que no acudiese a ningún acto en el que estuviese el Monarca. De forma inmediata, el señor Torra envió una carta a la Zarzuela, firmada también por Artur Mas y Carles Puigdemont, en la que solicitaba una reunión con el jefe del Estado para exponerle “cómo se siente gran parte del pueblo de Catalunya” y le reprochaba la herida causada por su discurso del 3 de octubre. Y ayer, la gran tormenta: el presidente comunicó que no estará en ningún acto organizado por la Casa Real y que renunciaba a la vicepresid­encia de honor de la Fundación Princesa de Girona. El representa­nte del Estado en Catalunya rompe con el jefe del mismo Estado. Nunca se había llegado a esa situación.

El señor Torra sabe, y así lo reconoce en su carta, que entre las limitadísi­mas funciones del rey constituci­onal no figura realizar actividade­s políticas, y la reunión solicitada lo era. Sabía, por tanto, que el escrito sería remitido al Gobierno para delegar en él el diálogo solicitado. Sin embargo, la carta se envió. Este cronista es de los que piensan que fue el primer hecho visible de una nueva estrategia independen­tista que ha sustituido la vía unilateral por gestos de distancia y ruptura. Esa estrategia necesita la colaboraci­ón forzada de la otra parte. Una respuesta negativa de la Zarzuela sería el argumento para poder decir después que se ha ofrecido diálogo a todos los niveles y siempre se rechazó. Empezando por el Rey. Debidament­e adobada con los sucesos del 1 de octubre y el discurso del día 3, fue el gran prólogo para justificar el “hasta aquí hemos llegado” del día de ayer.

Es inteligent­e para los fines independen­tistas. Según la Constituci­ón, el Rey es el símbolo de la unidad del Estado. Deteriorar su figura, convertirl­a en motivo de rechazo, presentarl­o como colaborado­r de la represión, hacerlo responsabl­e de los presos y los fugados de la justicia, reprocharl­e que “no ha pedido perdón” y llamar con otras voces a la protesta cívica contra su presencia en cualquier lugar de Catalunya es atacar a la esencia misma del sistema. Para este cronista, contiene más rebeldía que una declaració­n de independen­cia, que se puede anular por vía judicial y que no se supo ni se pudo mantener. Sólo les falta un detalle: que haya algún tipo de acuerdo con Pedro Sánchez en la reunión del próximo día 9 y así presentar a la Corona como la auténtica enemiga del pueblo catalán.

Será, es, una gran manipulaci­ón en la que segurament­e no cree el propio Torra, pero así son las estrategia­s políticas. Lo que sorprende, como sorprendió desde que se inició el procés, es que el Estado siempre va a remolque. El independen­tismo tiene la fortuna histórica de tener enfrente a un Estado romo, poco creativo y que produce en muchos catalanes que quieren seguir en España una intensa amargura: la Generalita­t no los representa y la ausencia del Estado les produce una intensa sensación de soledad.

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MANÉ ESPINOSA El president Quim Torra
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