La Vanguardia

El enemigo íntimo de la presidenta Susana Díaz

EL NUEVO DELEGADO DEL GOBIERNO EN ANDALUCÍA Y LA PRESIDENTA DE LA JUNTA LLEVAN MÁS DE 20 AÑOS DE ENFRENTAMI­ENTOS POLÍTICOS. AHORA ESTÁN CONDENADOS A ENTENDERSE

- ADOLFO S. RUIZ

Compartier­on risas y palmas, bocadillos y barbacoas. Él militaba en las Juventudes Socialista­s (JJSS) y le animó a ella, una catequista de Triana, a que se afiliara al PSOE. Una pésima recomendac­ión que acabó con lo que era una amistad entrañable. Ella es Susana Díaz, presidenta de la Junta de Andalucía. Él, Alfonso Rodríguez Gómez de Celis, o Alfonsito como es conocido en las filas socialista­s andaluzas desde hace años, nuevo delegado del Gobierno en Andalucía.

Pedro Sánchez ha demostrado que, de momento, no le tiembla el pulso ante Díaz. Nombrar a Gómez de Celis para el puesto es un riesgo, pero también la última oportunida­d para agradecerl­e su ayuda, después de que le haya dejado fuera del Gobierno. Celis fue una de las personas en las que más se apoyó el hoy presidente del Gobierno para obrar el milagro de Dos Hermanas, cuando un político derrotado, aislado y deprimido decidió dar el paso de presentars­e a las primarias socialista­s, con el histórico alcalde nazareno Francisco Toscano, Celis y muy pocos más como únicos valedores.

Con Gómez de Celis en el despacho de la torre Sur de la plaza de Espa- ña se cierra una oleada de nombramien­tos donde Sánchez ha colocado a cuatro andaluces en el Gobierno, y ninguno de ellos es susanista. Quizá la que más se acerque sea María Jesús Montero, la ministra de Hacienda, pero tampoco del todo, ya que ella siempre ha mantenido sus propias opiniones, a veces incluso contra los pareceres de Díaz. A la presidenta andaluza no le ha quedado otro remedio que poner buena cara al mal tiempo y salir del paso con una respuesta de manual: “Me parece bien su designació­n. Si alguien conoce la valía de Celis esa soy yo, que le nombré presidente de los Puertos de Andalucía”, nombramien­to que le vino impuesto.

Ahora Díaz y Celis están llamados a entenderse, al menos desde el punto de vista institucio­nal ya que desde el personal es imposible. Les une que ambos siguen viviendo en el barrio de Triana, donde nació su primitiva amistad. Es lo único que les acerca. Cuando Susana Díaz vivía sus días de vino y rosas, y cabalgaba en la cima de la ola, para la presidenta de la Junta Pedro Sánchez era una mosca latosa y Gómez de Celis “un insignific­ante mosquito”. Insignific­ante, pero de los que pican y levantan ronchas.

Los enfrentami­entos políticos de ambos empezaron ya en su época de las JJSS. En las elecciones municipale­s de 1999 Díaz salta por encima de Celis y se cuela en la lista del PSOE. La guerra abierta

Son vecinos de Triana y fueron amigos hasta que se integraron en familias opuestas del PSOE

estalla entonces y aún no ha acabado. Díaz es la representa­nte de una forma de hacer política basada en el aparato y las guerras intestinas, que acaban con decenas de cabezas rodando por el suelo; Celis siempre ha estado en el sector crítico, con fuerza para plantar cara al aparato, pero no para vencerlo. Su personalid­ad se correspond­e con el alma ácrata que siempre ha mantenido la Agrupación Socialista de Nervión, que él dirige, la mayor de toda España.

Díaz y Celis se han enfrentado en congresos federales (él apoyó a Rubalcaba, ella a Chacón en el cónclave celebrado en Sevilla); en política municipal, cuando Díaz impidió que Celis fuera candidato a la alcaldía de Sevilla en el 2004; en política autonómica, cuando de nuevo la hoy presidenta andaluza evitó que José Antonio Griñán nombrara a Celis consejero de la Junta; en política interna en dos ocasiones, ya que Celis también llevó la campaña de Luis Planas, hoy ministro de Agricultur­a, frente a Susana Díaz, y, como queda dicho, ha sido el hombre de confianza de Pedro Sánchez cuando nadie apostaba por él en Andalucía y sus rivales le daban por amortizado.

Décadas de enfrentami­entos que ahora van a vivir un paréntesis. Díaz y Celis se deben al menos un respeto institucio­nal y así lo han manifestad­o en sus primeras declaracio­nes. Lo único seguro es que no volverán a compartir cañas y amigos por el barrio de Triana.

Fue el pr mero en avisarme que no sacara conclusion­es precipitad­as de un inglés

ingleses auténticos e irónicos que han nacido en Catalunya. El otro es Josep Bosch. Y eso lo sabemos Chesterton y este cronista. Berga, profesor de Literatura Inglesa, escribe tan bien y de cosas tan necesarias que se prodiga poco. Lo cual tiene mucho sentido. Tanto, que nunca le darán, eso espero por el bien de la literatura, el Premi d’Honor de les Lletres Catalanes u otros similares. Berga, que fue presentado por mi amigo Rafel Nadal y por Jordi Balló, tiene entre sus escritores favoritos a Chesterton. Nada extraño, pues, que el inglés, aunque murió en 1936, estuviera físicament­e presente el pasado lunes en la librería Jaimes, que es territorio Según este premio Nobel, el olor de los limoneros ligures, que yo descubrí en aquellas tierras, gracias a mis amigos Franco y Giuliano Lombardo, es la parte de riqueza a la que aún pueden acceder los pobres.

En cierta ocasión, en Ullastret, una mañana de septiembre, Miquel Berga le demostró a un estadounid­ense protestant­e que robar un limón, una granada o un higo no es un crimen, ni un robo ni un hurto. Ese acto queda redimido por un principio poético superior. Y parece que aquel intelectua­l, muchos años después y días antes de morir, escribió a Berga para darle las gracias por aquella lección que nunca olvidó.

miquel berga

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XOÁN REY / EFE El nuevo delegado del Gobierno en Andalucía tiene mala relación con la presidenta andaluza

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