Quién decide en el Govern
El circuito en la toma de decisiones en el Govern incluye cada vez más curvas peligrosas. Quim Torra se define como un president en tránsito, pero también es un president en construcción, que socializa sus dudas incluso más allá del independentismo, lo que ralentiza las decisiones presidenciales y aumenta los riesgos de derrapar. Es un nuevo way of life desconocido hasta ahora en el Palau de la Generalitat, que tras seis meses de cierre institucional vive entre una política fallida de restitución del personal y la restauración de las paredes.
Torra saca partido a la Casa dels Canonges, pero rehúye ligar su presidencia al simbolismo del Palau de la Generalitat: declaraciones institucionales en el salón Torres García y no en la galería Gótica, y el despacho oficial en obras. Su agenda se tiñe de gestos que intentan eludir la imagen de un president con simples poderes autonómicos, que rompe relaciones con la Casa Real, pero que comparte palco con el Rey para cumplir con su obligación de representación de Catalunya.
Lo que Torra y el equipo heredado de Carles Puigdemont no pfeveían era que en el mes transcurrido desde su toma de posesión también cambiasen los referentes. Mariano Rajoy ejerce de registrador de la propiedad en Santa Pola, y Pedro Sánchez se ha instalado en la Moncloa con más talante del que nunca imaginó José Luis Rodríguez Zapatero. Así que hasta los argumentos que llevaron a Puigdemont a elegir a Torra como president por delegación podrían ser hoy cuestionados.
La encuesta de GAD3 para La Vanguardia demuestra que “el president es el president”, tal y como le vino a decir Miquel Iceta a Torra en su reunión en el Palau, por mucho que Puigdemont tenga pantallas, ojos y oídos en todos los rincones. De hecho, incluso entre los votantes independentistas ya son más los que creen que el expresident debe, como mucho, colaborar con Torra, pero sin tener participación directa en un nuevo escenario de negociación política.
Pero mientras Torra es rehén de la gesticulación, sus socios en el Govern se dedican a trabajar el medio plazo electoral para Esquerra. Las indicaciones de Oriol Junqueras desde la cárcel de Estremera son claras, y sus consellers no gestionan tres de cada cuatro euros del presupuesto para limitarse a proclamar que son republicanos desde hace más de ochenta años, sino para convertirse de una vez en el partido mayoritario del independentismo.
Sólo un nuevo cambio en el escenario puede devolver a Puigdemont a la primera línea. La próxima semana será clave en su proceso judicial en Alemania. Mientras, se concentra en intentar reproducir el éxito de Junts per Catalunya en Barcelona y, aunque aún no tiene candidato, todos admiten que hasta la cita con las urnas “pasarán muchas, muchas cosas”.
Torra es rehén de los gestos, mientras que ERC se dedica a gestionar el medio plazo electoral