La Vanguardia

Quién decide en el Govern

- Isabel Garcia Pagan

El circuito en la toma de decisiones en el Govern incluye cada vez más curvas peligrosas. Quim Torra se define como un president en tránsito, pero también es un president en construcci­ón, que socializa sus dudas incluso más allá del independen­tismo, lo que ralentiza las decisiones presidenci­ales y aumenta los riesgos de derrapar. Es un nuevo way of life desconocid­o hasta ahora en el Palau de la Generalita­t, que tras seis meses de cierre institucio­nal vive entre una política fallida de restitució­n del personal y la restauraci­ón de las paredes.

Torra saca partido a la Casa dels Canonges, pero rehúye ligar su presidenci­a al simbolismo del Palau de la Generalita­t: declaracio­nes institucio­nales en el salón Torres García y no en la galería Gótica, y el despacho oficial en obras. Su agenda se tiñe de gestos que intentan eludir la imagen de un president con simples poderes autonómico­s, que rompe relaciones con la Casa Real, pero que comparte palco con el Rey para cumplir con su obligación de representa­ción de Catalunya.

Lo que Torra y el equipo heredado de Carles Puigdemont no pfeveían era que en el mes transcurri­do desde su toma de posesión también cambiasen los referentes. Mariano Rajoy ejerce de registrado­r de la propiedad en Santa Pola, y Pedro Sánchez se ha instalado en la Moncloa con más talante del que nunca imaginó José Luis Rodríguez Zapatero. Así que hasta los argumentos que llevaron a Puigdemont a elegir a Torra como president por delegación podrían ser hoy cuestionad­os.

La encuesta de GAD3 para La Vanguardia demuestra que “el president es el president”, tal y como le vino a decir Miquel Iceta a Torra en su reunión en el Palau, por mucho que Puigdemont tenga pantallas, ojos y oídos en todos los rincones. De hecho, incluso entre los votantes independen­tistas ya son más los que creen que el expresiden­t debe, como mucho, colaborar con Torra, pero sin tener participac­ión directa en un nuevo escenario de negociació­n política.

Pero mientras Torra es rehén de la gesticulac­ión, sus socios en el Govern se dedican a trabajar el medio plazo electoral para Esquerra. Las indicacion­es de Oriol Junqueras desde la cárcel de Estremera son claras, y sus consellers no gestionan tres de cada cuatro euros del presupuest­o para limitarse a proclamar que son republican­os desde hace más de ochenta años, sino para convertirs­e de una vez en el partido mayoritari­o del independen­tismo.

Sólo un nuevo cambio en el escenario puede devolver a Puigdemont a la primera línea. La próxima semana será clave en su proceso judicial en Alemania. Mientras, se concentra en intentar reproducir el éxito de Junts per Catalunya en Barcelona y, aunque aún no tiene candidato, todos admiten que hasta la cita con las urnas “pasarán muchas, muchas cosas”.

Torra es rehén de los gestos, mientras que ERC se dedica a gestionar el medio plazo electoral

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