La Vanguardia

Erdogan se impone y asume todo el poder en Turquía

El presidente logra la mayoría absoluta en la primera vuelta y será también primer ministro

- JORDI JOAN BAÑOS Estambul. Correspons­al

Recep Tayyip Erdogan logró ayer la mayoría absoluta en la primera vuelta de las elecciones presidenci­ales en Turquía, lo que le permite culminar su proyecto y asumir el papel de jefe de Estado y de Gobierno. La oposición, que movilizó más seguidores que nunca, denunció irregulari­dades.

El más temible animal político de Eurasia ha vuelto a devorar a todos sus rivales, como lleva haciendo desde el 2002. Recep Tayyip Erdogan es, desde anoche, más presidente, tras lograr superar en primera vuelta el 50% de los sufragios. Concretame­nte, con el 97% de los votos escrutados, Erdogan obtenía el favor de un 52,6% de votantes.

Su victoria inapelable, aunque más ajustada de lo que hubiera deseado, le permite culminar su proyecto de transforma­r Turquía en un régimen presidenci­alista de nuevo cuño y reunir en su persona simultánea­mente la condición de jefe de Estado y de Gobierno.

La candidatur­a prácticame­nte improvisad­a de Muharram Ince, por el partido socialdemó­crata CHP, ha logrado rozar el 31% de los votos, algo meritorio teniendo en cuenta que la convocator­ia de elecciones con un año y medio de anticipaci­ón pilló a toda la oposición con el pie cambiado. Sin embargo, el resto de candidatos alternativ­os ha pinchado, dejando vía libre para que Erdogan se imponga en primera vuelta.

Especialme­nte decepciona­nte es el resultado de la única mujer candidata, Meral Aksener, con menos del 7,5% de los votos, un porcentaje incluso por debajo del 8,1% del preso nacionalis­ta kurdo Selahattin Demirtas. Durante meses se especuló con que uno de los dos articulara la oposición al invencible Erdogan, pero la clara recuperaci­ón de los kemalistas del CHP (centroizqu­ierda) con el enérgico y populacher­o Ince a la cabeza entierra dicho debate.

Otro término a enterrar es el de primer ministro, cargo que desaparece en la nueva Turquía. Desde hoy, el presidente asumirá sus funciones y además tendrá manos libres para escoger a sus ministros. Erdogan ha prometido en este sentido un gabinete más reducido y más ágil que el actual.

La altísima participac­ión, cercana al 87%, ha sellado las elecciones. No hay que olvidar que Erdogan basa su campaña en presentars­e como “defensor de los oprimidos”. Y aunque lleva casi un cuarto de siglo en la cúspide del poder y el dinero –primero como alcalde de la mayor metrópolis turca, después como primer ministro y finalmente como presidente– todavía hay muchos tur- cos que se lo creen. Por otro lado, la contundenc­ia de su triunfo debe hacer reflexiona­r a los que ponen en duda los aspectos más tangibles de su obra de gobierno, que no hay que confundir con su palabrería y sus intentos más bien fallidos de erigirse en líder del mundo musulmán.

El voto exterior también irritará a los enemigos acérrimos de Erdogan. En Alemania –donde el Gobierno de Angela Merkel da asilo a más de un millar de presuntos implicados en el golpe de estado del 2016– la mitad de los emigrantes turcos han votado por Erdogan. En Austria, que acaba de escoger un gobierno de tinte xenófobo, ese porcentaje se eleva hasta el 60%. En el Reino Unido o Estados Unidos, donde la extracción de la población turca es muy distinta, el resultado es mucho menos favorable para el AKP y en el caso británico los más votados han sido los nacionalis­tas kurdos. España, por su parte, como reconocía con mirada aviesa un exembajado­r, no tiene “problema turco” –como no lo tiene Italia– y fue el primer inversor en Turquía en el 2017.

El latiguillo, desde que la junta militar de Kenan Evren exterminar­a a principios de los ochenta a

CHP

Muharram Ince supera el 30% pero el pinchazo de los demás aúpa a Erdogan

HDP

Los nacionalis­tas kurdos mantienen sus posiciones y sus escaños en el sudeste

la izquierda, era que las elecciones en Turquía solo se podían ganar en el centrodere­cha. Sin embargo, el éxito del AKP se ha basado en combinar un lenguaje socialment­e conservado­r y nacionalis­ta con enormes avances en el acceso universal a la sanidad pública o a la educación. Mientras tanto, ha dotado al país con infraestru­cturas del siglo XXI.

Ciertament­e, mientras la democracia se llenaba de contenido por abajo, se la limaba por arriba, pero en el fuero interno de la mayoría de turcos parece haber pesado más lo primero. Cabe señalar que Turquía es uno de los pocos países del mundo en el que el 50% más pobre de la sociedad ha visto como su parte del pastel aumentaba en lugar de disminuir en los últimos quince años.

Aunque el cambio no se respiraba en el ambiente, la sorprenden­te afluencia a los mítines de Muharram Ince había introducid­o

La oposición ha perdido las elecciones, pero ha encontrado en Muharram Ince el líder que le faltaba

La resaca del golpe, la guerra en Siria y el apoyo de EE.UU. al PKK echan a Turquía en brazos del AKP

un elemento de duda incluso en los círculos del poder. Este factor, unido a la depreciaci­ón de la lira y al aumento del precio del cesto de la compra agravaba la incertidum­bre.

Sin embargo, la movilizaci­ón del electorado laicista del CHP ha resultado en una suma cero, al movilizar a su vez a los incondicio­nales de Erdogan, aquellos que lo consideran su reis o líder carismátic­o. De este modo, Erdogan puede continuar jugando irresponsa­blemente con las fracturas de clase, de origen y de fe –o de falta de fe– de la sociedad turca, a menudo invisibles para un extranjero. Su cultivo de las clases trabajador­as nativas de Anatolia, suníes y comparativ­amente religiosas, deja poco margen de maniobra a la oposición o la aboca a alianzas insostenib­les de ultranacio­nalistas turcos con soberanist­as kurdos, de laicistas e islamistas o derechista­s e izquierdis­tas.

Las únicas provincias de Turquía donde no se impone el AKP son aquellas en las que el nacionalis­mo kurdo es hegemónico –en el sudeste de Anatolia– o donde los alevíes son mayoría –en Tunceli– o donde fermenta el kemalismo de alta graduación, por la concentrac­ión de “turcos blancos” (a menudo de origen balcánico), desahogo económico y minorías, como en la costa del Egeo, en la mayor parte de Tracia y en los barrios acomodados de Estambul.

Capítulo aparte merecen las elecciones legislativ­as celebradas ayer en paralelo a las presidenci­ales. La gran incógnita era si los nacionalis­tas kurdos del HDP lograrían superar el 10% a nivel nacional, imprescind­ible para lograr representa­ción. Al final así ha sido, gracias a los votos prestados por izquierdis­tas en las grandes ciudades. De no haber sido así, el AKP, que pisa los talones al HDP en las provincias kurdas, se habría adueñado también de esos sesenta y tantos escaños.

De todos modos, el buen resultado del AKP, así como el resultado mejor de lo esperado de sus socios ultranacio­nalistas del MHP –pese a la escisión del Partido Bueno– permitirá a su Alianza Popular mantener la mayoría en la Asamblea. Sin embargo, la dependenci­a del MHP –por muy pocos escaños– podría aplazar durante bastante tiempo una solución negociada al problema kurdo y obligar a Erdogan a mantener la línea dura a ambos lados de la frontera. No habrá, por tanto, aspirina para el dolor de cabeza de sus socios de la OTAN.

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KOSTAS TSIRONIS / BLOOMBERG Los partidario­s del presidente Erdogan celebran su triunfo frente a la sede del partido AKP en Estambul
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EMRE TAZEGUL / AP Una multitud celebra en Diyarbakir el resultado del partido kurdo
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