La óptica del arte
Los adolescentes incorporan el patrimonio cultural con nuevos lenguajes
Arte clásico, lectura joven. Los adolescentes de hoy en día incorporan el patrimonio cultural con los nuevos lenguajes que les son propios.
De forma inesperada, hace una semana Beyoncé subió a las redes el videoclip Apes**t grabado con su pareja, el rapero Jay-Z, en el Museo del Louvre. Gracias a la viralización del vídeo, en dos días, entraron en uno de los edificios más famosos de París quince millones de personas, el doble de las visitas que el museo recibió en todo el 2017. Y, mayormente, son jóvenes. No es de extrañar que el Elíseo agradeciera públicamente a la artista la elección del espacio.
La decisión del Louvre de aceptar abrir sus puertas a la pareja de artistas, de noche y sin público, ha generado polémica por cuanto se ha acusado a la dirección de banalizar el uso de la institución con un único propósito crematístico. Otros consideran que el museo custodia un patrimonio cultural de la humanidad que no se debe únicamente a determinado público dirigente y que iniciativas como la de Beyoncé lo llenan de vida con sus bailes, con un lenguaje moderno que conecta con los jóvenes.
Algunos analistas han interpretado el vídeo como una denuncia a la supremacía blanca en el relato histórico representado por la historia de la pintura y como una reivindicación feminista con una cantante afroamericana realzada en el poder. Otros consideran que se trata de un puro objeto de consumo más vinculado al glamur que a cualquier otra interpretación, pues las obras que se muestran están al servicio de realzar el poder de la pareja.
En todo caso, el uso del arte clásico en los videoclips no es una novedad. A Lady Gaga le fascina Dalí. Katy Perry se viste acorde a una composición de Mondrian, y en los vídeos de Rhianna pueden descubrirse referencias de Andy Warhol, Basquiat, Lichtenstein, Keith Haring y Annie Leibovitz.
Los fans adolescentes que idolatran a la banda de pop coreana BTS han visto de forma más o menos subliminal obras griegas, renacentistas o contemporáneas. Y la cantante china Janet Zhang “cae”, como Alicia en el país de las maravillas, en un cuadro de Hopper, dando vida a sus protagonistas en la reproducción de Dust My Shoulders Off que recorre con originalidad once pinturas.
¿Qué efectos tiene en los jóvenes la visión de estos trabajos? ¿Mediante este lenguaje se logra acercar a los chavales a los museos? “La palabra ‘acercar’ es problemática”, señala Aida Sánchez de Serdio, profesora del grado de arte de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). “Es problemática porque presume que el arte es imprescindible y significativo para todos y que como no se tiene acceso, hay que acercarlo. Como si el arte no fuera nuestro”. La profesora de arte considera que los museos no son templos del silencio al servicio de una única manera de interpretar las pinturas, con una visión ascética y académica. “Sólo puede verse así y el resto de lecturas quedan excluidas”. Sánchez de Serdio parte de la premisa de que todos los colectivos tienen discurso sobre obras que pertenecen a todo el mundo y que interpelan desde diferentes ámbitos. “Los chavales pueden indagar sobre la ausencia de mujeres artistas en los museos, o cómo es la presencia femenina en las obras, o la mirada sobre el colonialismo, la negritud, el poder, la explotación obrera...”.
Las instituciones culturales son políglotas, según Lluís Alabern, jefe de mediación y programación cultural en el Museu Nacional d’Art de Catalunya (MNAC). “Hablan en el lenguaje académico e intelectual pero este no es exclusivo porque las obras están abiertas a la ciudadanía”, apunta.
El MNAC ha realizado un gran esfuerzo en hablar el lenguaje de los jóvenes, preguntándoles sus intereses y sus relatos. ¿Qué emoción sienten, qué reacción les provoca una obra? ¿Qué significa-
do le dan? “Unos refugiados sirios conectaron con la imagen de un cristo sangrante porque esa imagen tiene que ver con el mundo que han dejado atrás”.
Para las instituciones, el desafío es poner a dialogar la obra con cada persona para que emerja el relato que lleva dentro. “Nosotros no tenemos la verdad por eso empezamos preguntando: ¿Tú qué ves? Y aún es más enriquecedor cuando el relato está construido en grupo”, sostiene el mediador.
Un chaval puede preguntar, como así sucedió, la razón por la que hay “más personas en pelotas” en el renacimiento que en el románico. “Con su lenguaje –indica el responsable de programación del MNAC– aportó una buena observación sobre la importancia de la consideración del hombre en el renacimiento y los compañeros prestaron mucha más atención”. A su juicio, “si explicas el arte gótico con la saga de la guerra de las galaxias consigues atraer la atención y romper con el relato único”.
De este modo, el gótico puede verse, por ejemplo, como un cómic con escenas que son parte de narraciones largas desarrolladas en retablos. Los fragmentos que retratan escenas de reyes, santos o vírgenes serían las viñetas. Sobre esta idea el escritor Jordi Carrion y el ilustrador Sagan crearon Gòtic (Norma), “no limitado al discurso reflexivo o analítico, sino abierto a la poesía, a la fotografía, a la pantalla y al diálogo con el anacronismo, porque era importante crear enlaces directos entre el arte gótico y los iconos y las tecnologías de nuestra época”, explican los autores en su blog.
“Un chaval de 14 años tiene ganas de contar su visión de la vida”, enfatiza Alabern. Y las obras incitan a la indagación en un espacio donde el mirar es lento. “A diferencia de la calle, donde todo es prisa, el museo proporciona tranquilidad –apunta–. Resulta una experiencia muy gratificante descubrir que las imágenes tienen un contenido que puedes leer y que alguien puede ayudarte a enriquecer tu mirada”. La obra provoca un diálogo que convierte a las personas en ciudadanos más críticos”.
“Los museos no son templos del silencio al servicio de una única interpretación”
“Preguntamos: ‘¿Tú qué ves?’. Y el relato se enriquece si está construido en grupo”