Donald Trump
PRESIDENTE DE ESTADOS UNIDOS
Después de la separación de familias que tuvo que rectificar, el presidente Trump aboga ahora por otra polémica receta en política de inmigración: expulsar directamente a los que crucen la frontera, sin pasar por la justicia.
Cuando la Administración Trump se aproxima a los 18 meses –¡ya año y medio!–, de su caótico mandato, dos consideraciones aparentemente contradictorias van cobrando cada vez más fuerza. La primera es que si el Partido Demócrata se hace con la mayoría de la Cámara de Representantes en las elecciones legislativas de noviembre, sus diputados iniciarán el procedimiento de impeachment –juicio para apartarlo del cargo– contra el presidente Trump. La segunda es que, si el presidente supera ese trance, tiene muchas posibilidades de ser reelegido para un segundo mandato en el 2020.
La contradicción es sólo aparente y refleja la compleja dinámica interna del peculiar sistema constitucional estadounidense. Lo que los padres fundadores de esa Carta Magna diseñaron como un castigo para graves delitos –“high crimes and misdemeanors”– cometidos por el presidente se ha transformado de alguna manera en un juego de mayorías y minorías en el Parlamento, no muy distinto al mecanismo de la moción de censura en España. Ciertamente, hay una diferencia crucial: si el presidente Trump fuera expulsado del cargo, sería sustituido por el vicepresidente Mike Pence, que es de su mismo partido.
Pero para llegar a ese punto hay que obtener el citado apoyo mayoritario de la Cámara de Representantes, proceder al desarrollo de un juicio celebrado en el Senado y presidido por el presidente del Tribunal Supremo y, aspecto trascendental, que un mínimo de dos tercios de los senadores voten a favor del impeachment.
En esa votación naufragó la iniciativa republicana para echar al presidente Clinton en 1999 y, según todos los indicios, fracasaría la iniciativa demócrata para echar al presidente Trump; es prácticamente imposible que el partido de la oposición alcance esos 66 votos después de los comicios legislativos del próximo mes de noviembre. Debería estar meridianamente demostrada la obstrucción a la justicia presuntamente practicada por Trump a raíz de la injerencia rusa en las elecciones presidenciales del 2016 y, aun así, sería muy difícil en el clima hiperpartidista actual encontrar algunos senadores republicanos que votaran a favor de expulsar al presidente.
Tampoco sería bueno que el trumpismo acabara así. Si se impuso en las urnas, lo suyo sería que fuera derrotado en las urnas para la higiene sociopolítica de la nación. Y eso nos lleva a los comicios presidenciales del 2020 y a la gran paradoja que supone que, a estas alturas de la película, aún no se divisen en el horizonte candidatos del Partido Demócrata que puedan disputar el cargo al presidente más impopular de la historia reciente. De hecho, Mitt Romney, candidato republicano a la presidencia en el 2008, que ahora se presenta a senador por la mormona Utah, ha pronosticado recientemente que Trump obtendrá fácilmente la reelección en el 2020, porque los demócratas presentarán a un candidato –o candidata– radical de izquierdas, poniéndoselo fácil al actual inquilino de la Casa Blanca.
Lo cierto es que los únicos eventuales candidatos demócratas sobre los que especulan los medios de comunicación comparten con Trump su nula experiencia política previa, como el actor George Clooney, la presentadora Oprah Winfrey o el empresario Howard Schultz (Starbucks). Entre los más tradicionales se cita a la senadora Kamala Harris y al senador Cory Booker –ambos afroamericanos– y al muy veterano exvicepresidente Joe Biden, quien pocos días después de las presidenciales del 2020 cumplirá 78 años.
En política, los dos años largos que faltan para esa cita son una eternidad, pero Trump, cuando era candidato y ahora como presidente, ha demostrado una increíble capacidad para resurgir una y otra vez de sus cenizas, haciendo añicos todos los dogmas imperantes. No descarten, por tanto, ninguna hipótesis.
Los demócratas no tienen votos para destituir a Trump ni líder con experiencia para plantarle cara