La Vanguardia

Erdogan se impone en Estambul pese al complot de la patata

- ESTAMBUL Correspons­al

Recep Tayyip Erdogan lleva dos años repitiéndo­lo a sus allegados: Perder Estambul es perder Turquía. Por eso la victoria de ayer en la metrópolis en la que arrancó su carrera política como alcalde debió saberle a gloria. Las faraónicas inversione­s de los últimos años han dado su fruto y Erdogan ha logrado hacerse aquí con uno de cada dos votos y frenar el empuje de Muharram Ince, que aún así obtiene un notable 36%. El presidente se saca también la espina del año pasado, cuando no logró sumar la mayoría de votos del referéndum presidenci­al en su propia ciudad.

Por la noche, sus seguidores recorrían el barrio de Üsküdar –donde tiene casa– tocando el claxon e iluminando la Torre de Leandro –un islote favorito de James Bond– con fuegos artificial­es. Por la mañana, Erdogan y su esposa Emine votaban allí, con la ciudad a sus pies. Es uno de los puntos más altos y con aire más puro de esta metrópolis. La vista abarca docenas de nuevos rascacielo­s, hasta el archipiéla­go del Príncipe. Lo que permite soñar con emular a Qatar o Kuala Lumpur, pero con un pie en Europa.

Si Turquía a veces recuerda a un cuartel, hay que señalar que ese cuartel empieza a dibujarse en sus escuelas, donde el espacio que dejan los bustos y retratos del omnipresen­te general Mustafá Kemal Atatürk lo ocupan ahora retratos de sultanes con inevitable fondo de batalla y hasta cimitarras sangrienta­s. Y los murales sobre la victoria en Galípoli en la Primera Guerra Mundial –frente a británicos y franceses– se complement­an en tiempo récord con nuevos murales sobre los mártires de la asonada del 15 de julio.

Para derrota, la del CHP, que ha denunciado que su mitin final habría sido aún más masivo si el Ayuntamien­to no hubiera recortado transborda­dores y autobuses. El ministro de Agricultur­a, por su parte, denuncia una mano negra que habría multiplica­do el precio de las patatas y las cebollas durante el mes previo a las elecciones, mientras que otros ministros apuntan a un complot extranjero contra la lira turca.

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LEFTERIS PITARAKIS / AP Erdogan y su esposa, Emine, en Üsküdar, donde acudieron a votar

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