La Vanguardia

A Torra se le acaba la virginidad política

Torra ha tenido ya experienci­as muy duras en sus primeros días al frente del Govern pero ahora le viene la más seria de todas, que es la negociació­n con Pedro Sánchez. La Generalita­t necesita un interlocut­or fuerte y decidido, sin ataduras de ningún tipo.

- Jordi Juan jjuan@lavanguard­ia.es

Quim Torra pasó este viernes su primera gran prueba de fuego como presidente de la Generalita­t. Segurament­e ya estaba advertido del berenjenal donde se metía, pero entre la campaña con la que fue recibido por sus escritos previos y las decisiones que ha tenido que tomar estos días se puede decir que ya ha empezado a perder su virginidad política. Torra ha tenido que espabilar en muy breve plazo de tiempo sin tener experienci­a en estas lides, en una coyuntura más que compleja y sin que nadie le vaya a dar sus 100 días de gracia. Es más, fuentes de Presidènci­a dicen que el único fichaje que él ha realizado como tal ha sido el de su directora de comunicaci­ón ya que el resto de colaborado­res que tiene son los mismos que ya estaban con su antecesor Carles Puigdemont. No debe ser fácil estar en la piel del actual presidente de la Generalita­t.

Por ello, superado el marrón de la visita del Rey a Tarragona, con dos decisiones complejas, una de cal y otra de arena, Torra debería releer la encuesta que GAD3 ha hecho para La Vanguardia y que hemos publicado este fin de semana, para valorar que tiene un aval de los catalanes para gobernar. Los encuestado­s aprueban su elección como presidente con un 52,4% frente a un 41,9% que lo desaprueba y también, aunque sólo sea por cuatro puntos, hay más catalanes que creen que Torra tiene todo el derecho a ser el president que los que opinan lo contrario. También hay más catalanes que respaldan a su Ejecutivo que los que lo rechazan (52,9% frente a 39,4%). Y como remate final, es muy significat­ivo que el 54,7% de los encuestado­s creen que Puigdemont no debe jugar ningún papel en una eventual negociació­n del conflicto, al mismo tiempo que decrece el porcentaje de los que piensan que es el presidente legítimo.

Con estos datos sobre la mesa, Torra debe dar un paso adelante y actuar como el presidente de la Generalita­t que es y hacer la política que considere mejor, sin ataduras ni limitacion­es de ninguna clase. Es cierto que hay un número alto de encuestado­s que no lo ven capaz de poder negociar una salida al conflicto pero eso es por esa sensación de actuar siempre al dictado de otros. Así no se puede gobernar un país. Las circunstan­cias que llevaron a Puigdemont a la presidenci­a de la Generalita­t fueron también especiales y el que era número tres de la lista por Girona actuó después al frente del Ejecutivo catalán como creyó más convenient­e y como si fuera el cabeza de lista. Bien lo sabe Artur Mas, que hizo un paso al lado figurado y real. Quim Torra debería gobernar sin pensar que le debe el puesto a nadie. Y acertar y equivocars­e, como hizo con la visita del Rey, donde seguro que su decisión final no contentó a nadie, a unos por demasiado radical y a otros por considerar­la en exceso prudente. Torra se ha encontrado además con que le han cambiado las reglas de juego en plena partida. Tenía toda una estrategia de confrontac­ión preparada contra el Gobierno central y ahora se encuentra con que Mariano Rajoy está de registrado­r de la propiedad en Santa Pola y en su lugar hay un dirigente socialista que le acepta una reunión el 9 de julio en la Moncloa para hablar claramente de la situación. Los partidario­s del conflicto obvian este punto y prefieren lanzar sus dardos contra la Corona, que sustituye al PP en esta batalla permanente contra el enemigo exterior. Si no está Rajoy, siempre les quedará Felipe VI.

Pero Torra ha de valorar tanto la oportunida­d que se ha abierto con la llegada del PSOE al Gobierno como analizar si la estrategia del enfrentami­ento continuo es una buena opción. Segurament­e Ciudadanos en Catalunya también debería pararse a meditar si su oposición frontal es también positiva para la sociedad catalana, más allá de un rédito puntual que le han dado los últimos resultados electorale­s. No nos cansaremos de repetir que es momento de hacer política en mayúsculas y Torra tiene en su mano empezar a hacerla sin renunciar ni mucho menos a sus idearios políticos. En este sentido, la injusta privación de libertad de los dirigentes independen­tistas detenidos clama al cielo cuando se compara con otras decisiones judiciales como las que afectan a los componente­s de la famosa Manada. Pero esto debe servir de acicate para negociar con más fuerza con el Estado y no encerrarse en una trinchera lamiéndose las heridas.

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MARKUS HEINE / EFE Torra y Puigdemont en la reunión que mantuviero­n en Schönefeld, cerca de Berlín, la semana pasada
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