La Vanguardia

Ideas para rehacer España

La comisión del Congreso creada a propuesta del grupo socialista para renovar el modelo territoria­l ha hecho acopio de propuestas de expertos y de los padres de la Constituci­ón para buscar soluciones al mal encaje del sistema

- Jaume V. Aroca

El 15 de diciembre pasado, un mes y medio después del catastrófi­co 1 de octubre catalán, se constituyó en el Congreso de los Diputados la “Comisión para la evaluación y modernizac­ión del Estado autonómico”. El nombre de por sí da ganas de echar a correr. La política cuando no es popular es espesa.

Pero también puede ser interesant­e. Los debates de esta comisión, presidida por el socialista José Enrique Serrano -un tipo curtido, director de gabinete en los gobierno de González y Zapatero y hombre de confianza de Pedro Sánchez–, son más estimulant­es de lo que parece. Especialme­nte si uno cree que no todo está perdido o no ha llegado a la conclusión de que vivirá mucho mejor instalado en la catástrofe.

Vaya por delante que se trata de una tormenta de ideas parcial. Ni los grupos nacionalis­tas ni los independen­tistas vascos y catalanes del Congreso aceptaron estar presentes en esta comisión y no propusiero­n ponentes que defendiera­n sus ideas. Tampoco Podemos. Este es uno de los dramas que describen al unísono quienes pasaron por la comisión: no sólo hay abiertas discrepanc­ias en la política española, tampoco hay puntos de encuentro donde resolverla­s. Muchos se siente afectados por el problema, pero algunos ya no se sienten concernido­s por la solución. Este sería uno de los quebradero­s de cabeza –el más relevante quizás– descritos en la comisión.

Las sesiones –fueron diez, con un total de 32 intervinie­ntes– se desarrolla­ron entre enero y hasta abril de este mismo año, meses antes de que se produjera el giro provocado por la moción de censura de Pedro Sánchez. Quizás el momento político –la cerrazón del gogistralm­ente bierno del PP a cualquier cambio de rumbo político– pesara en el ánimo de algunos ponentes. Quizás hoy dirían cosas distintas, quién sabe.

Y a pesar de todo, repasadas todas las sesiones, todos los ponentes, entre los que se contaban tres padres de la Constituci­ón –Miguel Herrero, José Pedro Pérez-Llorca y Miquel Roca–, coinciden en que deben hacerse reformas en el edificio fundaciona­l de 1978.

¿Mejora o cambio?

Algunos intervinie­ntes abogan directamen­te por modificar la Constituci­ón pero nadie defiende un nuevo proceso constituye­nte, como promueve Podemos; otros limitan los cambios a una reinterpre­tación de la Carta Magna –“una mutación”, sugiere Miguel Herrero tomando como ejemplo dos modelos federales, Estados Unidos y Alemania– o la “revolución de las pequeñas cosas”, leves pero decisivos cambios en la manera de encarar los conflictos, que propone Miquel Roca. Más política y más aceptación de la singularid­ad porque, si no, pregunta ¿para qué reconoce la Constituci­ón la diversidad de España?

Ahora bien, incluso entre los más entusiasta­s de la reforma del texto constituci­onal sobrevuela­n las mismas preguntas ¿Es ahora el momento? ¿Se dan las condicione­s para abrir el debate territoria­l? La mayoría cree que no. Sin duda son los ponentes más conservado­res quienes suscriben con más convicción esa hipótesis. En palabras de José Pedro Pérez-Llorca, “ahora hay demasiada ira” en España. Pero también lo suscribe, desde un ángulo bien distinto, el historiado­r José Álvarez Junco –cuya intervenci­ón en la comisión es una lectura del todo recomendab­le–: “Lo lógico es que si queremos que la Constituci­ón sea eficaz debe reflejar la realidad que actualment­e existe (...). Ahora, si eso no se puede conseguir, no habrá manera de cambiar la Constituci­ón”.

En el curso de estos debates surgió un dato interesant­e: la opinión pública va a ciegas en esta materia. Desde que el PP llegó por última vez a la Moncloa las encuestas del CIS no preguntan si los ciudadanos creen que debe reformarse la Constituci­ón. El asunto fue traído al debate por la hoy ministra de Administra­ción Territoria­l, Meritxell Batet. Cabe pensar que en los próximos sondeos eso va a cambiar.

¿Si, no, u otra cosa?

Nadie duda entre los ponentes que España es un país diverso. Incluso Francisco Sosa Wagner, abiertamen­te alineado políticame­nte con Ciudadanos, suscribe esa idea. Ahora bien, puntualiza, “España no es un estado plurinacio­nal”.

No lo ven del mismo modo otros ponentes que, no obstante, admiten la complejida­d del encaje entre esas diversidad­es. Lo explica maunas de nuevo el profesor Álvarez Junco cuando afirma que “desde un punto de vista lógico, de pura filosofía política, dos nacionalis­mos son incompatib­les. No puede haber dos soberanos en un mismo territorio. Desde el punto de vista práctico, a lo mejor no queda otro remedio”.

Un dato llamativo, casi irónico desde cierto punto de vista: Teresa Freixes, catedrátic­a de Derecho Constituci­onal de la Universita­t de Barcelona, o el director del Instituto Nacional de Administra­ción Pública, Manuel Arenilla, explican en sus intervenci­ones que España es llamada a asesorar a numerosos países –de África y América Latina, fundamenta­lmente– por su modelo de respeto a la diversidad territoria­l y cultural. Exportamos pluralidad. Pero en cambio –esto último lo subraya Freixes en su intervenci­ón – “somos el único país de Europa que no enseña a sus niños qué es la Constituci­ón y cómo está organizada su administra­ción”.

¿Colaborar o competir?

Jordi Sevilla, que fue ministro de Administra­ciones Públicas en los tormentoso­s días de la elaboració­n del Estatut del 2006, sugiere en su intervenci­ón que “cuando el Estado central habla de España (debe) pensar que las comunidade­s autónomas también son España” y viceversa. “De alguna forma eso es lo que hemos construido: un Estado con diecisiete administra­ciones más una”.

Cooperació­n, coordinaci­ón, lealtad... son términos recurrente­s en los debates de la comisión. Es unánime la convicción –Marcos Peña, presidente del Consejo Económico y Social, argumenta sólidament­e esa idea– de que es preciso saber quién hace qué en el complejo mapa de responsabi­lidades administra­tivas y políticas surgidas del defectuoso reparto de atribucion­es que dibujó el título octavo de la Constituci­ón de 1978.

La mayor parte de quienes intervinie­ron en los debates defienden la idea de que es preciso aclarar las atribucion­es de cada uno y un mayor nivel de compromiso y de lealtad por parte de todos. Y ello no sólo por motivos de concordia política sino también por razones de pura eficacia económica, como suscribe el presidente de la Autoridad Independie­nte de Responsabi­lidad Fiscal, José Luis Escrivá, quien ve en la descentral­ización oportunida­des que España desaprovec­ha. Por cierto, Escrivá ofrece un dato interesant­e: de acuerdo con la evolución actual, la igualdad de rentas per cápita entre las 17 comunidade­s no se alcanzaría hasta dentro de... ¡¡78 años!!

¿Si existe, para qué existe?

La institució­n segurament­e más denostada por la opinión pública centra el interés de los ponentes de la comisión. ¿Hay que reformarlo? Parece que sí. ¿Para qué? A priori para cumplir de verdad el papel que le asigna la Constituci­ón. Veamos: al abordar la cuestión de las competenci­as queda claro que falta coordinaci­ón, correspons­abilidad y lealtad –recíproca– entre los diversos niveles institucio­nales y muchos ven en el Senado el lugar donde sería posible reducir esas carencias. ¿Cómo? Ahí es donde aparecen las principale­s discrepanc­ias. Algunos comparecie­ntes creen que sería mejor suprimirlo y, en el extremo opuesto, otros consideran que para ser una cámara territoria­l debería serlo de verdad: el lugar en el que está representa­do el poder autonómico y donde la disciplina de partidos del Congreso desaparece para representa­r mejor el poder territoria­l. Más de un ponente propone incluso sustituir el Senado por una conferenci­a de presidente­s permanente. Ahí sí, la reforma de la Constituci­ón, sería ineludible. Otros (Ramon Valcárcel, expresiden­te de Murcia, del PP) aboga por convertir el Senado en la cámara decisoria y no supletoria en los asuntos territoria­les.

Punto y final. No está de más recordar que este debate nace a la luz de la crisis catalana. No todo es indiferenc­ia. El profesor Antón Costas lo dejó dicho a los diputados: “Tienen la obligación de intentar algo, aunque no creo que sea fácil”.

“Si no hay reconocimi­ento de la singularid­ad, tal vez deberíamos eliminar el pluralismo de la Constituci­ón”

Miquel Roca

Padre de la Constituci­ón

“Desde el punto de vista lógico dos nacionalis­mos son incompatib­les. Desde el punto de vista práctico quizás no”

José Álvarez Junco

Historiado­r

“Somos el único país de Europa que no enseña a sus niños qué es la Constituci­ón y cómo está organizada su administra­ción”

Teresa Freixes

Catedrátic­a de Derecho

“Si uno quiere explotar todo el potencial de la descentral­ización requiere una calidad institucio­nal bastante alta”

José Luis Escrivá Belmonte

Presidente de la Airef

“Hay defectos de coordinaci­ón, ausencia de codecisión y falta de informació­n compartida en muchas materias”

Marcos Peña

Presidente del Consejo Ec. y Soc.

“La leyes de naturaleza regional deberían pasar primero por el Senado, que debería ser quien las aprobara definitiva­mente”

Ramón Valcárcel

Expresiden­te de Murcia

“Déjenme decirlo en mi condición de ciudadano al que representa­n: tienen la obligación de intentar algo aunque no sea fácil”

Antón Costas

Catedrátic­o de Política Económica

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EMILIA GUTIÉRREZ El Senado, clave en el debate
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