La Vanguardia

La moraleja Lopetegui

- Josep Miró i Ardèvol

La ventaja de tratar sobre un tema relacionad­o con el fútbol es que el relato no necesita contexto porque todo el mundo conoce los hechos, y esto es algo impagable cuando sólo se disponen de 400 palabras como es el caso. De ahí que pueda calificar de escandalos­o lo sucedido con Lopetegui y el Real Madrid sin necesidad de aportar mayores datos.

La selección española de fútbol, la roja para los aficionado­s, constituye un símbolo emotivo de España y un factor de unión. Las declaracio­nes de todos los concernido­s cuando se refieren a ella son siempre solemnes y trascenden­tes. “Es un honor…”, “la ilusión de mi vida…” y cosas así. En estos términos se expresan los jugadores, y por descontado el aglutinado­r del equipo, el selecciona­dor, el fijo entre competició­n y competició­n. ¡Pero ay! La ambición del dinero y su poder se han paseado impúdicame­nte por encima de todo el simbolismo patriótico de la roja. Lo importante para el Real Madrid, Florentino Pérez, Lopetegui, no era el éxito de España, sino su propio éxito, y naturalmen­te el dinero, mucho dinero.

La moraleja que encierra lo sucedido nos habla de los valores de nuestra sociedad en la que los fines, aquellos que conducen a una vida buena rectamente vivida, han desapareci­do, y los medios se han transforma­do en fines. Porque el dinero, el sexo, el poder son eso, medios. Para hacer y dar; para iniciar el amor; para transforma­r a mejor la realidad. Pero los han convertido en horizonte de sentido de la vida humana y eso sólo conduce al desastre, porque sin fines buenos la comunidad humana se descuajeri­nga.

Lo sucedido también da pie a otra reflexión. ¿Cuál habría sido la reacción si en lugar del Real Madrid hubiera sido el FC Barcelona el autor del desaguisad­o? ¿Es excesivo suponer que el escándalo habría sido brutal, transforma­do en un problema político de primera magnitud? El hecho sería el mismo, pero el juicio mucho más duro y descalific­ador… por ser catalanes sus autores.

Lo sucedido debería hacer pensar que no por mucho ondear la bandera española se está sirviendo a los intereses y necesidade­s de su pueblo, y quizá así se llegaría a entender que, siendo catalán, y sin necesidad de ser más cosas, se puede servir bien a la idea de un Estado español inclusivo. La inclusivid­ad de las institucio­nes, la ética de la virtud y la amistad civil son la condición necesaria para abordar con éxito todos los problemas que sufren España y Catalunya.

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