Con buena letra
Dicen que los de ciencias tienen una formación cultural más completa que los de letras. La explicación reside en el hecho de que una persona con estudios científicos también posee conocimientos humanísticos, mientras que un estudiante que ha seguido alguna de las carreras que antes quedaban englobadas bajo el epígrafe de “filosofía y letras” y que ahora llaman “humanidades” acostumbra a desconocer el mundo científico. Es una generalización, por supuesto, y los que lo dicen son los de ciencias. Para justificarlo argumentan que la literatura, la música, el teatro, el cine, el pensamiento en general están al alcance de todo el mundo y forman parte intrínseca de nuestra sociedad. En cambio, el campo científico pide una aproximación académica.
Discrepo, porque la ciencia también nos rodea y una buena observación del entorno nos permite entender muchos conceptos de la física, de la arquitectura, de la geología, de la meteorología, de la astronomía... sin pasar obligatoriamente por la universidad. Ya sé que mis conocimientos son elementales, pero eso no impide que me guste analizar una construcción como una central eléctrica excavada en la montaña o el viaducto de Millau, los estratos geológicos que deja a la vista un hundimiento, o la solución mecánica a unos huesos rotos.
Cassany se pone una bata blanca y nos invita a entrar en el laboratorio para entender la lectura
Dentro de las humanidades, una de las partes con más componentes científicos es la lengua. Los gramáticos generativistas invirtieron muchos esfuerzos a convertir la sintaxis y la morfología en leyes matemáticas, y se acercaron bastante. Ahora es Daniel Cassany quien se coloca la bata blanca y nos invita a entrar en el laboratorio. El hombre que se puso el delantal y ante los fogones nos dio una lección magistral sobre el oficio de escribir (La cocina de la escritura), ahora se mueve entre tubos de ensayo y fórmulas magistrales para ayudarnos a comprender la habilidad que tenemos para leer letras: Laboratori lector. Per entendre la lectura (Anagrama).
A partir de juegos y propuestas lúdicas, incluso algunas de las que corren por las redes, el profesor de Análisis del Discurso de la UPF les da la vuelta y nos descubre la evidencia que no habíamos sabido ver. “Dedicamos muchos años de la infancia a entrenar los ojos para que puedan descodificar letras con efectividad”, recuerda. “Nos ha tocado vivir en un mundo letrado, es decir, rodeado de textos. En la calle, en casa, en el instituto, en el móvil, en el portátil... En todas partes hay escritos. Cada día hay más cosas (comprar, informarnos, quedar, conducir, trabajar) que hacemos leyendo y escribiendo letras, imágenes, vídeos e iconos. Y quien lo hace mejor saca más provecho”. Los 62 experimentos que plantea el libro pretenden ayudarnos a leer mejor y a obtener más rendimiento de lo que leemos.