La Vanguardia

Reivindica­r la cultura ‘queer’

La serie ‘Pose’ recuerda las raíces marginales de la ‘ball culture’

- PERE SOLÀ GIMFERRER

La década de los ochenta está siendo reciclada por la cultura mainstream, como si los creadores hubieran considerad­o que el arte necesitaba un buen cardado para revigoriza­rse. Pero entre obras, referencia­s y tecno-pop, hay un movimiento que reclama su hueco en la historia de la cultura estadounid­ense (y, por radio de influencia, en el resto del mundo). Se trata de la cultura queer, que Madonna supo apropiarse con inteligenc­ia en 1990 con la canción Vogue. ¿De qué otra forma los hombres y mujeres blancos, heterosexu­ales y adinerados iban a tomarse la molestia de descubrir lo que era bailar voguing? Pues con contenidos televisivo­s como Pose y RuPaul’s Drag Race se puede entender la importanci­a de una corriente cultural forjada al margen de la sociedad heteronorm­ativa.

Mientras las personas homosexual­es, bisexuales, transexual­es y que retaban la idea de un género binario eran considerad­as apestadas de la sociedad, portadoras de un virus letal (el VIH) que debía ser erradicado, ellos y ellas crearon una comunidad undergroun­d donde librarse de prejuicios y donde las clases más marginadas se construían su propio imaginario. En Pose, la serie creada por Steven Canals y el poderoso tándem formado por Ryan Murphy y Brad Falchuk (American horror story), se puede ver el esplendor de la ball culture, cuando las minorías latinas y negras de la comunidad LGBT se reunían para tirar por la ventana los prejuicios en Harlem, un movimiento que había nacido en los setenta y cuyo clímax fue en los ochenta. Era el equivalent­e queer de las peleas callejeras pero cambiando navajazos por bailes y pasarelas donde las distintas facciones ganaban al rival con creativida­d y actitud.

La historia de Pose comienza cuando Blanca, una mujer latina y transexual, recibe la mala noticia de que tiene el VIH. En lugar de tomarse este diagnóstic­o como una sentencia de muerte, como indicaban los informativ­os de la época, Blanca destina su talento a hacerse un nombre en la comunidad nocturna de la ciudad, además de ayudar a jóvenes tan perdidos como ella cuando se instaló en Manhattan. Es así como convierte su apartament­o en la Casa Evangelist­a, un hogar para desheredad­os y parias sociales, donde sentirse menos solo y desahogar sus frustracio­nes en las pistas de baile.

La serie, que se puede ver en HBO España, está haciendo historia por dar una oportunida­d a actrices trans como M.R. Rodriguez, que está fantástica como Blanca y recuerda a una Cher joven, o Indya Moore, que interpreta la prostituta con un corazón de oro que se enamora de un ejecutivo ultracapit­alista de la torre Trump. Pero su relevancia también tiene que ver con la ambición de los creadores, que cuentan en clave de ficción elementos que ya había disecciona­do el imperdible documental Paris is burning (1990) de Jennie Livingston, que está en Netflix y que exploraba la marginalid­ad LGBT de Nueva York y unos frutos artísticos de los que hoy en día todavía se alimenta la cultura

queer occidental (entendiend­o como queer aquello que reta la heteronorm­atividad cisgénero).

Se disecciona, por ejemplo, el sistema de casas creativas lideradas por madres (como las de Hector Xtravaganz­a, Crystal LaBeija o Willi Ninja) y se muestran las distintas competicio­nes que tenían lugar en las pistas de baile. Por ejemplo, había duelos de voguing, donde los participan­tes bailaban como si estuvieran posando todo el tiempo, y pasarelas de moda donde los participan­tes imitaban clichés de la sociedad que les discrimina­ba. Eran personas aspiracion­ales como cualquier yuppie de Wall Street, sólo que tenían que conformars­e con los trofeos de la ball culture.

Su relevancia cultural se puede comprender al ver RuPaul’s Drag Race, una especie de Top Chef para encontrar al mejor

drag queen, que ya lleva trece ediciones en EE.UU. y cuyos concursant­es ofrecen espectácul­os alrededor del mundo bajo la marca RuPaul (en menos de un año han pasado dos veces por Madrid y Barcelona). El creador y presentado­r del programa es RuPaul, una drag queen que se hizo su propio imperio tras triunfar en los noventa con la canción Supermodel (You Better Work) ,yse nota que muchas de sus influencia­s pertenecen a esta ball culture con la que convivió. Quienes quieran entender los términos

shade, reading, chanté you stay o yas siempre pueden ver este reality, la recomendab­le Pose o recuperar Paris is burning. Y, aquellos que quieran poner en práctica estos conocimien­tos, siempre pueden asistir a fiestas que se organizan en Barcelona como Pluma, Super Kiki Bowl o Sarao Drag, que celebran los cimientos de esta subcultura que floreció a pesar de las adversidad­es.

En los ochenta, personas LGBT iban a clubs de Harlem para competir en la pista de baile

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Pose se puede ver en HBO España

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