La Vanguardia

El obrero que leía a Borges

Tachado de intruso y muy criticado en México, ahora todos aman a Juan Carlos Osorio

- CARLES RUIPÉREZ Barcelona

El término de obrero del fútbol es común para referirse a un técnico que empezó en las categorías más humildes y, tras picar mucha piedra, llegó a la élite. Pero muy pocos pueden decir que fueron albañiles de verdad. Juan Carlos Osorio, el selecciona­dor de México (Santa Rosa de Cabal, Colombia, 6/VIII/1961), sí, lo fue en Nueva York.

Tras retirarse con 26 años –jugó de medio en el Deportivo Pereira sin gran éxito–, Osorio decidió que debía formarse. Entró en una pequeña universida­d de Iowa y cuando caducó su visado de estudiante se mudó a Nueva York donde trabajó en la construcci­ón y de camarero.

Vivía en Little Neck, en Queens con su novia Julieth, hoy esposa. Esa etapa duró un año y medio, hasta que ahorró para volver a las clases y graduarse en la Southern Connecticu­t State University en Ciencias del Ejercicio Físico, lo que le valió en 1998 un trabajo como preparador físico del Vipers de Staten Island, un proyecto en la USL que duró poquísimo. Otra vez a volver a empezar.

Así que vendieron el coche de Julieth y él se trasladó a Liverpool para matricular­se en la Universida­d John Moores. Estando allí llamó a las puertas de los dos clubs de la ciudad. En los toffees, Walter Smith le permitió ver sus métodos. En Anfield, Gerard Houllier no fue tan amable. Así que Osorio hizo lo único que podía hacer: fue a ver a una familia que vivía en Crown Road, la calle contigua a la ciudad deportiva de los reds en Melwood, y les alquiló una habitación. Desde ahí espió los entrenamie­ntos.

Al volver a su casa de Queens, saltó al cuerpo técnico del ecuatorian­o Zambrano en el MetroStars, donde sólo estuvo un año porque le reclutaron en el Manchester City. El jeque no había llegado. El equipo acababa de subir a la Premier. Y pensaron que un preparador físico haría mejorar a los jugadores para poder ganar más dinero en los traspasos. Osorio estuvo cinco años con Kevin Keegan hasta que en el 2006 consideró que su formación estaba acabada y se lanzó en solitario: Millonario­s, Chicago Fire, New York Red Bulls, Once Caldas, Puebla, Atlético Nacional –donde explotó con tres ligas y dos copas– y São Paulo. Hasta que México le contrató para cambiar su imagen.

No ha sido una relación fácil. Sus rotaciones y cambios de posición de jugadores (Layún que siempre fue lateral o interior juega de extremo, un delantero como Vela hace casi de organizado­r) no se entendiero­n entre la afición. El 7-0 de Chile y el 4-1 de Alemania no ayudaron. Sin embargo, los jugadores le definen como un genio. Y finalmente en Rusia, Osorio, que ve los partidos en cuclillas, como Bielsa, y apunta en una libreta, como Van Gaal, ha convencido a los que siempre le tacharon de intruso. Desde el 1 de diciembre del 2017 estuvo preparando el partido de Alemania. Y para estudiar a Corea visitó a Hiddink. Ahora todos le aman. Pero él cita a Jorge Luis Borges. “La derrota tiene la dignidad que la ruidosa victoria no merece”.

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JOSÉ MÉNDEZ / EFE El colombiano Osorio ha ganado los dos partidos con México

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