Una cuestión de orgullo
El decenio sin fórmula 1 fue una anomalía histórica en Francia
Los aficionados franceses a la fórmula 1 concluyeron ayer una larga y dolorosa penitencia de diez años. La ausencia del gran premio en un país tan orgulloso de su tradición automovilística y de su espíritu pionero en el deporte del motor era interpretada como una anomalía histórica, fruto de una desgraciada combinación de razones económicas, políticas y deportivas. Pero la pesadilla terminó y hay satisfacción. “El fin de una herejía”, tituló Le Figaro, el diario de mayor tirada.
Para el circuito Paul Ricard, también conocido como Le Castellet, cerca de Marsella, la fiesta estaba aún más justificada. El último GP de Francia tuvo lugar en 1990. Lo ganó Alain Prost. Algunos de los actuales pilotos no habían nacido o iban en coches de pedales. Según declaró el enfático Niki Lauda a L’Équipe, recuperar la carrera era una urgencia nacional porque “el GP de Francia es tan importante como la torre Eiffel”.
Quizás Lauda exageró, pero es verdad que no albergar el circo de la categoría reina del automovilismo suponía una especie de humillación para un país que cuenta con una prueba como las 24 horas de Le Mans y que, en 1906 –antes de que existiera la fórmula 1– organizó el primer gran premio de la historia, una carrera de 103 kilómetros, por carretera normal, entre Le Mans, Saint-Calais y La Ferté-Bernard. Un siglo y 12 años después, hay tres pilotos franceses que compiten; un francés –Jean Todt, expatrón de la escudería Ferrari– es presidente de la Federación Internacional de Automovilismo (FIA) y tres franceses dirigen escuderías (McLaren, Renault F1 y Sauber). A Francia le falta todavía, eso sí, encontrar a un piloto a la altura de Prost, cuatro veces ganador del título mundial.
Francia renunció a la fórmula 1 en el 2008 por las dificultades de cuadrar los números en un acontecimiento tan costoso. Entonces se disputaba en el circuito de MagnyCours –de propiedad pública–, cerca de Nevers, en el corazón geográfico del Hexágono.También había presión de los ecologistas. Francia, además, carecía de corredores competitivos. La presidencia del socialista Hollande no fue muy entusiasta de recuperar la prueba.
Para los actuales propietarios del circuito Paul Ricard y para la región circundante, se trata ahora de una apuesta ambiciosa y no exenta de riesgos. Del presupuesto total de 32 millones de euros, casi 14 millones los han aportado los municipios cercanos. Confían en que, por cada euro invertido, reviertan en la zona cinco euros. Esperan, asimismo, que sirva para adelantar unas semanas el inicio de la temporada turística en la Costa Azul.
El circuito lo construyó hace casi medio siglo el magnate del sector de licores Paul Ricard, sobre una finca de 1.000 hectáreas, en un altiplano pedregoso y azotado por el viento que primero quería destinar a un aeródromo. Años después, las presiones políticas del presidente Mitterrand llevaron el gran premio a Magny-Cours, en su feudo electoral. Hoy el circuito marsellés pertenece a una exesposa de Bernie Ecclestone. En principio, el GP de Francia debería celebrarse allí durante cinco años, salvo que nuevos avatares tuerzan las cosas.