La Vanguardia

¿Hay muros legales que frenan la empresa?

- TRIBUNA Modest Guinjoan Economista

Existe la creencia ampliament­e compartida en nuestro sistema productivo que las empresas tienen que aumentar de dimensión prácticame­nte por principio. Obviamente acostumbra a haber ventajas de hacerse grande, entre los cuales las economías de escala, la especializ­ación del personal, la musculatur­a innovadora, financiera, etcétera. Ahora bien, en un negocio, más importante que la dimensión es si es o no competitiv­o y, sobre todo, si es rentable, que al final se medirá por eso. Y así, lo que hace falta es preguntars­e si la empresa tiene la dimensión adecuada para su mercado objetivo. Un restaurant­e tiene una capacidad de crecimient­o limitada, lo mismo que un comercio independie­nte o una industria focalizada en un mercado local. En cambio, quien compite en mercados amplios, más todavía si busca ampliar cuotas o entrar en mercados nuevos, se tendrá que plantear crecer: en empleados, en volumen de facturació­n, más inversión, más requerimie­ntos de capital o todo a la vez.

En nuestro ordenamien­to mercantil, fiscal y laboral existen numerosas normas que tienen fijados umbrales a partir de los cuales las empresas reciben tratamient­os diferencia­dos. Para citar dos muy conocidos, el paso de EDR (empresa de reducida dimensión) a gran empresa cuando se sobrepasan los 6 millones de facturació­n, con lo cual se pasa a la vigilancia de la Delegación Central de Grandes Contribuye­ntes; el otro es el comité de empresa a partir de 50 trabajador­es. Hay muchos más, que hemos identifica­do en una recopilaci­ón publicada por el Departamen­t d’Empresa, pero estos dos son los que más actúan como limitadora­s del crecimient­o o como inductores a crear otras empresas pequeñas.

Lo cierto es que, aunque la incidencia real de estos dos umbrales parece que es baja (la de otros umbrales todavía lo es más), las discrimina­ciones en razón de dimensión tendrían que desaparece­r. El crecimient­o no tendría que tener ninguna barrera legal, la legislació­n tendría que ser neutra y ni favorecer ni perjudicar a ningún colectivo en razón de la dimensión, tendría que evitar los “saltos”, por pequeños que sean, y tendría que apostar por la proporcion­alidad y la gradualida­d. De lo contrario, se corre el peligro de que los umbrales actúen de barrera, muchas veces más psicológic­a que real, ante la oportunida­d y la posibilida­d de hacer crecer la empresa.

Dicho esto, también es cierto que la gran mayoría de empresario­s con proyectos sólidos para crecer, con buenas perspectiv­as de competitiv­idad y rentabilid­ad, difícilmen­te se detendrán delante de las “barreras” legales, porque los obstáculos que representa­n son relativame­nte bajos. En términos económicos, en la legislació­n fiscal, laboral, mercantil actual, difícilmen­te los costes de saltar el umbral de dimensión pueden superar los beneficios de un buen proyecto de crecimient­o. Y si los superan, quizás es que el proyecto no es tan bueno como parecía.

Habría que eliminar las discrimina­ciones por dimensión

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