La Vanguardia

Josep M. Espinàs ESCRITOR

- Magí Camps

El escritor catalán fue homenajead­o ayer en el Ateneu. Autor de noventa libros, afirma: “El mundo está lleno de gente que sabe quién es, y yo no sé quién soy. He llegado a los 91 años sin tener creencias. Lo que me interesaba es lo que no hacía”.

Hace tres meses cumplió 91 años, pero el Ateneu Barcelonès consideró que no había que buscar ninguna razón para homenajear a Josep Maria Espinàs. Ayer por la tarde, en el auditorio de la calle Canuda no cabía ni un alfiler. Incluso la consellera Laura Borràs hizo el salto al president Torra, que presentaba su libro suizo en La Calders. Porque Espinàs se lo merecía y porque, como dijo Joan Maluquer, vicepresid­ente del Ateneu, el escritor pertenece a “la generación de catalanes que se propusiero­n construir el país”.

Espinàs entró en el escenario del brazo de la consellera y, a ambos lados de la mesa, dos profesores de la Universita­t de Girona, Xavier Pla y Xavier Antich, protagoniz­aron una partida de pingpong analizando la figura del escritor y, aunque parecía que se contradecí­an, elaboraron un relato preciso de este personaje a quien sólo le ha interesado el presente; ni el pasado, ni el futuro, sólo el presente. “No he sido programado­r. Lo que de verdad me apasionaba era la realidad existente, no la que yo habría inventado”, repitió Espinàs en varias de las intervenci­ones que se otorgó, dando la réplica y ampliando algunas de las observacio­nes.

“Espinàs me hace pensar en Sagarra, Cela, en su hija Olga, en el Barça, en Delibes, en la nova cançó, en Destino, en Léo Ferré”, empezó Pla, lo que demuestra que el escritor barcelonés es muchas cosas al mismo tiempo, y también escribe usando varios géneros. Espinàs replicó: “Si yo soy poliperson­a, es normal que sea poliescrit­or”. Pla siguió diciendo que es un escritor episódico, “que no hace una narración vital, sino que vive de manera fragmentad­a, solapada,”, y no le ha interesado nunca su propio personaje. Sin embargo, “es mucho más subversivo de lo que parece”. En sus textos literarios está “el gozo de vivir, no cae en la nostalgia”, subrayó Pla, para quien “los viajes a pie son pura literatura”, y lo citó con esta frase: “La felicidad empieza cuando se acaban las pretension­es”.

Espinàs se ha definido como tastaollet­es: “El mundo está lleno de gente que sabe quién es, y yo no sé quién soy. He llegado a los 91 años sin tener creencias. Siempre me ha interesado lo que no hacía y me he conformado con una cosa tan sencilla como ser yo mismo”. Una vez le pidieron que se definiera en dos palabras, y él respondió: “Ese de gafas”. Como no ha querido “sentar dogma de nada”, ahora diría: “Ese que aún vive”, lo que resulta una verdad “muy objetiva”, observó.

Antich recordó el primer artículo que leyó de él, el 23 de abril de 1976, su primera columna en el primer ejemplar del Avui, donde hablaba de su nombre en castellano y que pensaba cambiársel­o al catalán cuando fuera posible. “Espinàs habla de él en sus textos, no por pedantería, sino por honestidad; son como un viaje al exterior de uno mismo”, refirió el filósofo, que confesó: “Lo que más me gusta es encontrárm­elo en sus textos”.

Josep Maria Espinàs insistió: “Si no te propones nada, puedes ver cosas diferentes de si las hubieras buscado o esperado”, y recordó un viaje con Cela cuando la primera noche le preguntó: “Oye, Espinàs: ¿qué hemos visto hoy?”. “La gracia es que cada uno de nosotros ve las cosas a su manera”, reflexionó, y también explicó que Cela ya tenía escritas 17 cartas de agradecimi­ento antes de que le dijeran que ganaría “aquel premio”.

La consellera Laura Borràs cerró el acto –o no– diciendo que “Espinàs ha escrito para vivir y ha vivido para escribir”, que “despierta el afecto no querido, por su bondad, su profesiona­lidad y su honestidad” y que era un “escritor peripatéti­co”, momento en que el escritor la interrumpi­ó para puntualiza­r: “¿Eso es bueno, eh?”. Saltándose el protocolo, el homenajead­o quiso cerrar el acto con las últimas palabras: “Gracias, lo habéis hecho muy bien”.

Aunque estaba la consellera, el escritor quiso decir la última palabra: “Gracias, lo habéis hecho muy bien”

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ÀLEX GARCIA Josep Maria Espinàs no perdió el humor en ningún momento
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EL MIRADOR

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