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El riesgo que supone para las finanzas la posibilida­d de que Gran Bretaña abandone la UE sin un acuerdo de transición pactado, y la presentaci­ón del equipo con que trabajará el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska.

FERNANDO Grande-Marlaska, ministro del Interior, presentó ayer a los altos cargos que integrarán su equipo de confianza. Este juez bilbaíno fue una de las sorpresas del Gabinete de Pedro Sánchez, por no estar afiliado al PSOE y por su talante conservado­r, muy apreciado en el PP, que en su día le propuso como miembro del Consejo General de Poder Judicial. Grande-Marlaska venía precedido también por su fama de independie­nte y meticuloso y por una trayectori­a destacable en el ámbito de la lucha antiterror­ista. También por su considerac­ión de los derechos humanos y por un conjunto de instruccio­nes que a veces resultaron polémicas, como las del caso Faisán o el Yak-42, por no hablar de su voto de calidad, como presidente de la Sala de lo Penal de la Audiencia, que propició la excarcelac­ión de diez terrorista­s en el 2013.

En la nueva cúpula del Ministerio del Interior destacan la subsecreta­ria, Isabel Goicoechea; la secretaria de Estado de Seguridad, Ana Botella Gómez, y el secretario general de Institucio­nes Penitencia­rias, Ángel Luis Ortiz González, todos de perfil progresist­a. Completa el equipo el director del gabinete del ministro, Rafael Pérez Ruiz, juez y, por tanto, procedente del mismo ámbito profesiona­l que Grande-Marlaska.

Este equipo deberá enfrentars­e a numerosos problemas. El más candente, la crisis migratoria. GrandeMarl­aska ha dicho ya que defenderá los derechos humanos y un control de las fronteras “no cruento” y sin concertina­s. Aunque esto último quizás no se logre enseguida y requiera el acuerdo con Marruecos.

El nuevo ministro deberá controlar también la amenaza yihadista, hacer frente a la violencia de género y a las mafias de la droga, que operan con soltura en una costa mediterrán­ea con puntos muy calientes, como el Campo de Gibraltar. Es de esperar, asimismo, que haga una lectura de la ley mordaza distinta de la que hizo el PP. Y, por supuesto, deberá gestionar de la mejor manera posible las fuerzas disponible­s, así como las relaciones entre Policía Nacional y Guardia Civil, y la de ambos cuerpos con las policías autonómica­s.

Son muchos retos. Aunque Grande-Marlaska parte con una ventaja relativa: la labor de su antecesor, Juan Ignacio Zoido, dejó más sombras que luces. Desde su permanenci­a en Sevilla, viendo un partido de fútbol, durante las nevadas de Reyes que atraparon a miles de automovili­stas hasta su participac­ión en la crisis catalana, con episodios como el 1-O o el hacinamien­to de miles de miembros de los cuerpos de seguridad del Estado en buques amarrados en el puerto de Barcelona.

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