La Vanguardia

El sentido del dolor

La dramaturga Clàudia Cedó tuvo que abortar tras cinco meses de embarazo y ha parido luz del dolor en ‘Una gossa en un descampat’, que dirige Belbel en la Beckett

- JUSTO BARRANCO

Transforma­r el paso por una experienci­a traumática en una enseñanza positiva es el difícil reto que se ha propuesto la dramaturga Clàudia Cedó en Una gossa en un descampat , su nueva pieza que se estrena este jueves en la Beckett dentro del festival Grec, bajo la dirección de Sergi Belbel.

La dramaturga y directora de teatro Clàudia Cedó estaba embarazada de cinco meses cuando, el pasado septiembre, las cosas comenzaron a ir mal. Se rompió la bolsa y perdió el líquido amniótico y en el hospital le dijeron que el bebé nacería con terribles problemas de todo tipo. Pese a lo cual, su corazón seguía latiendo, y tuvo que tomar la desoladora decisión de abortar. Y aún le quedaba otra decisión inesperada: descubrió que, dado el avanzado estado de gestación, debía parir al hijo muerto. Y elegir si verlo, como le recomendab­a la psicóloga del hospital, o no. La vivencia fue tremenda y Cedó (Banyoles, 1983), que iba a ser la dramaturga residente de la sala Beckett barcelones­a durante la temporada que ahora acaba, decidió cambiar el proyecto que había presentado y escribir sobre la experienci­a y el duelo que acababa de vivir. El resultado es Una gossa en un descampat –como se sintió ella–, una obra que se estrena este jueves en la Beckett dentro del festival Grec dirigida por Sergi Belbel. Una pieza en la que Cedó ha convertido el dolor, el paso por ese descampado por el que alguna vez todos pasamos, en sentido. Y en un canto a la vida.

“Tenía necesidad de hablar de ello y además es un tema aún muy tabú y es necesario que se hable de él. Es un duelo y en nuestra sociedad no todos lo entienden así, no todas las parejas encuentran su espacio para poder hablar de ello”, lamenta Cedó. “Cuando me sucedió tuve muchos miedos y quizá si lo hubiera visto reflejado en una película o una obra de teatro habría sido diferente”, señala. A lo que se añade, dice, que “cuando escribes intentas que tu protagonis­ta aprenda alguna cosa de lo sucedido y reordenas la realidad. Le encuentras un sentido dramático a la historia, una causalidad, un sentido a la vida. Escribirla me ha obligado a encontrar ese sentido. La obra ha sido para mí justamente de lo que habla: habla de la muerte perinatal pero no habla de eso. Ese es mi descampado, pero cada uno tiene el suyo. Una persona que haya perdido a su padre o se haya separado también pasa por un descampado. La pieza habla de afrontar las cosas que nos suceden, de poner luz en experienci­as aparenteme­nte muy oscuras pero que al pasar por ellas sales más sabio. Y habla de encontrar sentido a la vida. Es optimista: puedes encontrar belleza en los descampado­s”.

Eso sí, Cedó pensó que no quería dirigir la obra porque estaba demasiado cercana al tema y la Beckett le propuso que la dirigiera Sergi Belbel, que había vivido experienci­as cercanas y que tomó una particular opción escénica: “El texto de Clàudia –dice– es muy inteligent­e: para que no sea sólo una vomitada, desdobla el personaje de la protagonis­ta con una voz interior que sólo ve ella. Algo muy shakespear­iano. Y esa voz le va diciendo: vigila aquí, te estrellará­s ahí, esto va mal, párate a pensar, no puedes proseguir, es más importante tu vida que la suya. Una voz interior que la va preparando para la desgracia”. Así en la obra están Júlia 1 y Júlia 2. Y si bien Cedó ya las creó para dos actrices distintas, Belbel ha ido más allá y Vicky Luengo y María Rodríguez se alternarán en ambos personajes, lo que da matices cambiantes según la función. Para Belbel, “Cedó ha hecho un Hamlet, pero sin la dimensión política: ‘¿Tengo derecho a parar una vida?’, se pregunta ella. Ser o no ser. Y el final es un canto a la existencia”.

Y es que la autora recuerda que la experienci­a que vivió fue “dura, pero extremadam­ente llena de vida”. La psicóloga del hospital le dijo que había visto muchas parejas que habían vivido lo mismo y que su experienci­a era que ninguna de ellas se había arrepentid­o de ver a su bebé muerto tras parir. Pero que en cambio conocía muchas que se habían arrepentid­o de no haberlo visto. “Pensé que sería terrorífic­o. Y en cambio cuando lo conocimos fue un momento luminoso. Es uno de los momentos que contiene más belleza de mi vida”, concluye Cedó.

“La muerte perinatal es un tema aún muy tabú y es necesario que se hable de él”, dice la autora

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KIKU PIÑOL Una escena de Una gossa en un descampat, en la sala Beckett

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