Ince concede el triunfo a Erdogan pero alerta contra la autocracia
La OSCE critica la desigualdad de oportunidades entre los candidatos
Ayer a las dos de la madrugada, cuando aún no se habían extinguido los pitidos de cláxon de sus simpatizantes, Recep Tayyip Erdogan tomaba un vuelo a Ankara para darse un último baño de masas. Al presidente superlativo le faltó poco, muy poco, para quedarse en Estambul y renunciar –por motivos de seguridad o de naturaleza no aclarada– al convencional discurso de la victoria en la sede nacional del partido. “Turquía ha dado una lección de democracia”, bramaba Erdogan, dándole la vuelta a lo que le pasaba por la cabeza a medio país y a medio mundo, en una referencia a la participación del 88% que le otorgaba un 52,5% de los votos.
A esa avanzada hora, su principal contrincante en la contienda presidencial, Muharrem Ince, del CHP, todavía no le había felicitado. Y varios dirigentes del partido se desgañitaban en las redes contra la agencia oficial de noticias, negándose a reconocer la realidad con el 97% escrutado.
Sólo ayer al mediodía, en rueda de prensa, Ince desoyó a los frentistas y reconoció su derrota, no sin advertir que “Turquía se adentra en la autocracia”. “¿Han robado votos? Sí. ¿Diez millones? No”, se respondía a sí mismo, en alusión a las papeletas que le separan de Erdogan, al que exigió que actúe “como presidente de todos” y no sólo de sus votantes.
Horas después, la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) le echaba un cable por boca de Ignacio Sánchez-Amor, coordinador de la misión de observadores. Cabe decir que Sánchez-Amor –que acaba de ser nombrado secretario de Estado de Administraciones Públicas con Meritxell Batet– visitó en la cárcel hace tres semanas al candidato presidencial kurdo, Selahattin Demirtas. Su informe de ayer, tras considerar que los turcos han gozado de alternativas de voto, carga contra la desigualdad de oportunidades para hacer campaña y, sobre todo, contra la colosal discriminación en la cobertura de esta por parte de los medios públicos.
En declaraciones a La Vanguardia, el coordinador también denuncia el deterioro en la prensa desde las anteriores elecciones: “El predominio progubernamental es ahora asfixiante”. Sin embargo, “nuestro recuento paralelo ha dado resultados similares a los oficiales”, aclara, y las incidencias no afectan al resultado. Turquía no es Azerbaiyán.
En cualquier caso, el país todavía está digiriendo la enésima victoria del AKP, con apenas algunos consuelos para la oposición: la entrada en la Asamblea de los nacionalistas kurdos, cuyos derechos lingüísticos, culturales y políticos siguen siendo ignorados por la República Turca.
También es cierto que el AKP ha perdido por cinco escaños la mayoría absoluta en la Asamblea, pero les salva el inesperado buen resultado de sus socios ultras del MHP. Algo que aleja una nueva apertura a los kurdos, ya que si Erdogan acarició en algún momento deshacerse del MHP, ahora no puede. De hecho, la suma de votos del MHP y del Partido Bueno –la escisión de Meral Aksener– prueba que mientras el nacionalismo kurdo sobrevive, el nacionalismo turco se dispara.
Los recuentos paralelos de los observadores internacionales no detectan fraude