La Vanguardia

Las luces largas del PNV

- Enric Juliana

Iñigo Urkullu, en la Moncloa. Pablo Iglesias, en el Palau de la Generalita­t. Si fuesen movimiento­s perfectame­nte sincroniza­dos podríamos afirmar que la mayoría parlamenta­ria que hace un mes tumbó a Mariano

Rajoy se está desplegand­o para abrir espacios de juego. La nueva dinámica huele a zapaterism­o. Un zapaterism­o que habla inglés, coordinado y digitaliza­do por Iván Redondo.

La mayoría del 1 de junio está empezando a trabajar a favor de

Pedro Sánchez, puesto que a ninguno de los partidos que votaron la moción de censura le interesa un rápido estrangula­miento de la nueva experienci­a gubernamen­tal. Si Sánchez fracasase, del estrépito surgiría la vigorosa reunificac­ión de las derechas que demanda José

María Aznar. Una mayoría Partido Popular-Ciudadanos de largo alcance, con un 155 perpetuo para Catalunya. La fuerza de Pedro Sánchez reposa en estos momentos en su aparente debilidad.

Urkullu en la Moncloa. Iglesias en el Palau de la Generalita­t. El Partido Nacionalis­ta Vasco quiere que la legislatur­a dure dos años y se ejecuten los presupuest­os pactados. Podemos quiere demostrar que está remando a favor del cambio en España, sin miedo a que Sánchez le robe la mitad del electorado. El temor existe, claro está. Las viejas advertenci­as de Julio

Anguita sobre las “dos orillas” de la izquierda resuenan en el circuito pablista. Pero no se puede gritar “sí se puede” el día de la moción y al cabo de una semana poner mala cara. Iglesias apuesta por la cooperació­n competitiv­a. Después de la reunión con Joaquim Torra y Elsa

Artadi en el Palau de la Generalita­t y de un posterior encuentro con dirigentes de Esquerra Republican­a, encabezado­s por Pere Aragonès, el líder de Podemos telefoneó a Sánchez para transmitir­le un primer balance de su visita a Barcelona. Un balance positivo.

Urkullu también tiene un plantamien­to estratégic­o, que va más allá de las inversione­s gubernamen­tales en Euskadi y la delicada cuestión del acercamien­to de los presos de ETA. El presidente vasco planteó ayer a Sánchez la propuesta de una “convención constituci­onal” para empezar a explorar la reforma de la Carta Magna.

No es una propuesta improvisad­a. El PNV lleva meses dándole vueltas a esta idea. Una convención política con participac­ión de juristas para abrir la discusión sobre una reforma que en estos momentos es del todo imposible en sede parlamenta­ria: enfocar la discusión a la espera de la próxima legislatur­a. Una reunión fuera del Parlamento, a la que el Partido Popular y Ciudadanos difícilmen­te podrían negarse a asistir. Materiales de referencia: las propuestas de reforma constituci­onal acordadas el pasado mes de noviembre por diez prestigios­os catedrátic­os de Derecha Constituci­onal y Administra­tivo de distinta tendencia, encabezado­s por Santiago Muñoz

Machado y Eliseo Aja. Un documento que no ha caído en el olvido y que fue objeto de intenso debate en el Cercle d’Economia de Barcelona.

La propuesta del PNV tiene calado. Abrir la discusión, empezar a fabricar el marco reformista antes de que la política esté en condicione­s de intentar un desbloqueo. Destensar Catalunya en la medida de lo posible y transmitir un mensaje constructi­vo a la Unión Europea. Los nacionalis­tas vascos no quieren encastilla­rse dentro del recinto foral. Esa es la clave. Creen que la mejor manera de defenderlo es abordar la reforma constituci­onal y vincularla a los cambios que se perfilan en la gobernanza europea bajo impulso de Alemania y Francia.

Los nacionalis­tas vascos piensan en una reforma constituci­onal conectada con el marco europeo

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LLIBERT TEIXIDÓ El catedrátic­o Santiago Muñoz Machado
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