Marlaska activa su equipo para poner orden en Interior
El ministro recuperará la estructura de mando de Rubalcaba
La única persona que ayer se atrevió a verbalizar lo que implica ser alto cargo del ministerio del Interior fue la madre del nuevo jefe de gabinete del ministro Fernando Grande-Marlaska, el también magistrado, Rafael Pérez Ruiz. La mujer, muy emocionada de la mano de su hijo, contó en un corrillo: “Ya le he dicho que en este departamento, pocas alegrías porque casi todo serán problemas”.
Tras ser cuestionada la idoneidad de nombrar a un juez conservador al frente del Ministerio del Interior, el propio Marlaska se reivindicó ayer como “un técnico” dentro de un gobierno socialista. El ministro presidió la toma de posesión de su equipo, los técnicos que deben regir el camino de un ministerio que en las últimas dos legislaturas, con Jorge Fernández Díaz y Juan Ignacio Zoido al frente, ha vivido alguno de los episodios más controvertidos y polémicos de su historia.
Grande-Marlaska hereda un departamento que tiene ante sí el gran reto de poner orden en la Policía Nacional y afrontar los cambios que algunos sectores le piden en la Guardia Civil. Para ello, recuperará el organigrama de Alfredo Pérez Rubalcaba, con un director adjunto de Operaciones (DAO) para la Guardia Civil y otro para la Policía.
De su nuevo equipo, la más conocida es la diputada socialista valenciana, Ana Botella. Fue delegada del Gobierno en su comunidad y allí ya le tocó comandar a las fuerzas de seguridad. Miembro de la comisión de Interior del Congreso, ha sido azote inflexible de los distintos responsables del ministerio. La secretaria de Estado citó en su intervención a uno de sus autores favoritos, Max Aub, un “desterrado por excelencia”, un guiño en toda regla desde el ministerio de las vallas de Ceuta y Melilla y las porras a aquellos que abandonan su hogar acuciados por la persecución política o la necesidad en busca de una vida digna. Reivindicó las siglas del partido que representa, después de que Grande-Marlaska recordara en sus breves palabras de arranque que el suyo iba a ser el ministerio de un gobierno socialista y que por tanto, se iba a notar ese sello. Existe la voluntad de que se note que no se dirige igual a la Policía y a la Guardia Civil desde el PSOE que desde el PP.
No hubo mención a los grandes retos del departamento, entre otras cosas porque el ministro espera plantear esas líneas maestras en su intervención ante la comisión de Interior del Congreso, el miércoles de la semana que viene. Pero la situación de los políticos presos catalanes y de los presos de ETA marcarán sin duda los primeros pasos de su política penitenciaria. Al frente de la misma ha colocado a un hombre, juez como él, que en los últimos tiempos ha estado junto a la alcaldesa Manuela Carmena de asesor en temas jurídicos en el Ayuntamiento de Madrid, Ángel Luis Ortiz. Nadie mencionó la cuestión del acercamiento geográfico.
En los mentideros policiales y políticos se recuerda cómo el PSOE descubrió a la Guardia Civil tras su victoria de 1982. Y la Policía y la Guardia Civil descubrieron después al PSOE, con épocas más brillantes y otras oscuras, como la guerra sucia. Sin embargo, la inacción o directamente la politización exagerada de la Policía en los últimos seis años del PP han hecho a muchos de sus mandos echar de menos a Rubalcaba. Grande-Marlaska llega con el prurito de querido por los servicios de Información y contra el crimen organizado, las élites de la Guardia Civil y de la Policía Nacional. Le toca lidiar progresismo y orden, el eterno dilema de los gobiernos de izquierdas en Interior. Ayer quedó claro que para eso ha elegido a Ana Botella en la Secretaría de Estado de Seguridad, el auténtico centro de mando de Interior.
El exjuez tiene ante sí el reto de revertir la inacción y politización exagerada de la Policía en los seis años del PP