La Vanguardia

¿Cómo quiere la cerveza el señor?

- Quim Monzó

El mundo entero vive pendiente estos días de una de las sorpresas que nos depara el Mundial de fútbol que se disputa en Rusia: no hay suficiente cerveza. En algunas ciudades, al cabo de pocos días de empezar el campeonato ya no quedaba ni gota. Algunos bares y restaurant­es se ven obligados a parar de golpe el servicio: durante media hora o una hora, mientras esperan que lleguen camiones con nuevos suministro­s. El hecho es paradójico porque precisamen­te las fábricas de cerveza rusas se frotaban las manos, ya que calculaban que la llegada de futboleros de otras naciones haría que las ventas subieran. Era una oportunida­d única porque, desde el 2007, las ventas han ido bajando en aquel país, un país donde hasta el 2011 la cerveza no era oficialmen­te considerad­a bebida alcohólica.

La Unión de Cerveceros de Rusia (que agrupa 92 compañías que fabrican más del 80% de la cerveza que se vende) había depositado grandes esperanzas en esta afluencia de guiris. Sabían que las ventas de cerveza subirían por primera vez en once años. Pero su previsión se quedó corta, porque ha sido mayor de lo que calcularon. Poco después del inicio

¡Salta la sorpresa en

Las Gaunas: no hay bastante cerveza en el Mundial de fútbol de Rusia!

del campeonato, el diario sueco Aftonblade­t daba uno de los primeros toques de alerta, con las palabras del jefe de seguridad de la Asociación Sueca de Fútbol, que explicaba que en Nizhni Nóvgorod los aficionado­s escandinav­os tenían problemas para encontrar sitios donde conseguir una jarra: “En algunos casos, la cerveza ya se acabó ayer. La ciudad nunca antes ha hospedado nada como esto y a los amos de los bares los ha cogido por sorpresa”.

Otro problema para los aficionado­s es la temperatur­a a la que la sirven. A los ingleses y a los alemanes no les sorprende que no la sirvan fría, porque en sus países a menudo tampoco lo hacen. Pero en el sur de Europa y de Latinoamér­ica, sí. La prensa de Buenos Aires es un estallido de quejas de argentinos, que se preguntan si la tienen que tomar caliente o añadirle cubitos. El periodista Mariano Oliveros, de América TV, estaba emitiendo en directo y se le acercó un hincha: “Me quiero matar. Decile a Putin que le empiece a meter frío a la cerveza. Siempre caliente...”. Las redes hierven, evidenteme­nte. Un tal Andi Biondo dice: “Odio Rusia. Odio que nos esté yendo como el orto en su Mundial. Odio el alfabeto de mierda que tienen. Odio su idioma. Amo sus mujeres. Odio que vendan la cerveza caliente. Odio su pasado comunista. Odio Rusia”. No sirve de mucho que los rusos les expliquen que las cervezas no están calientes, sino a temperatur­a ambiente.

Parece una recreación de aquel viejo dicho que reza “la vida es como la escalera de un gallinero: corta y llena de mierda”. No sólo hay escasez de cerveza sino que la poca que hay no está lo bastante fría. Afortunada­mente, en los espléndido­s Juegos Mediterrán­eos de Tarragona que se disputan estos días eso no sucede. Con las gradas desiertas (se dispute la prueba que se dispute), en la ciudad hay cerveza para dar y para vender, y a la temperatur­a que quieras. No os la acabaréis toda.

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