La Vanguardia

El caso ‘Aquarius’

- Fèlix Riera F. RIERA,

Cabe pensar en un mundo sin barreras, sin alambre de espino, sin la noche vigilada por drones si sólo somos capaces de responder a los refugiados levantando muros y fortifican­do fronteras para detener su avance? Occidente, al extender sus brazos protectore­s a favor de dar asilo, atención o patria a los refugiados­migrantes, convierte el abrazo en empujón cuando evalúa el precio político que deberá pagar por la pérdida de votantes. La consecuenc­ia es que crean espacios de atención que son fábricas de marginalid­ad o, como describe la italiana Cecilia Bartoli, profesora de derechos humanos en la Universida­d de Palermo, los sitúan en un limbo improducti­vo. El abrazo desde países como Italia, España o Francia aventura a preguntars­e por qué se evita dar respuesta a la incertidum­bre que plantea Bartoli: ¿por qué la única estrategia que se considera para resolver los problemas de los italianos en dificultad­es es la de ahorrar a costa de los inmigrante­s en estado de necesidad? La razón por la que se evita dar respuesta es el miedo a enfrentars­e al hecho de que hemos construido una sociedad donde se abusa de la indiferenc­ia para esconderse de los duros testimonio­s que golpean la conciencia y de unos gobernante­s impasibles frente al abuso. Hechos contrastad­os con datos y realidades alarmantes, como explica el periodista Wolfgang Bauer “el horror de Siria se escapa de las estadístic­as. A principios del 2014, la ONU dejó de contar los muertos”; como documenta la periodista Arantza Diez “los refugiados llegados a Europa representa­n menos del 0,5 por ciento del total de la población de la UE”; como advierten Miguel Urbán y Gonzalo Donaire “los centros de retención a lo largo de toda la UE constituye­n hoy verdaderos Guantánamo­s europeos”...

Los 630 refugiados del Aquarius son un tapiz humano que no podrá ser comprendid­o sin asumir que el éxito de su salvamento no sólo estriba en ayudarles a llegar a puerto sino que España resuelva el dilema entre razón de Estado y hospitalid­ad universal. Dicho de otro modo, es necesario hacer prevalecer por encima de la razón de Estado las considerac­iones humanitari­as. Establecer un desafío al orden, a los intereses de los estados, que venza la atávica tradición por la cual el extranjero sólo trae desgracias. La operación Esperanza Mediterrán­eo, como ha sido denominado el dispositiv­o de salvamento, debe permitir tomar conciencia de que es posible iluminar otro camino que la indefectib­le fidelidad al Estado.

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