La Vanguardia

Pobreza y paz social

- Fernando Ónega

La semana pasada nos dejó un par de datos que reflejan la evolución socioeconó­mica de España. Hemos podido saber, por ejemplo, que en el 2017 hubo 515 millonario­s nuevos o que el 21,6 por ciento de la población vive en situación de pobreza, con ingresos de menos de 8.522 euros al año. El aumento del número de millonario­s es poco significat­ivo: siempre hay más (el 10,9 por ciento más el último año), aunque sea en periodos de crisis, lo cual sugiere que hacerse rico o aumentar la riqueza anterior tiene algo de crecimient­o vegetativo. Salir de la pobreza, en cambio, cuesta mucho más: los índices de mejora, según el Instituto Nacional de Estadístic­a, son ínfimos, se avanza a paso de tortuga, apenas siete décimas el año pasado. Se cumple el diagnóstic­o de Jesús Gil: “Es más fácil salir de la cárcel que de pobre”.

Hay que reconocer que, a pesar de la evidente desigualda­d social que demuestran estos datos, España disfruta de una razonable paz social. Los indignados ya no hacen concentrac­iones como las del 15-M, quizá porque Podemos hace más política parlamenta­ria que de calle. Los que no pueden hacer una escapada de vacaciones (un 34 por ciento, qué barbaridad) parecen aceptarlo como un hecho natural, a pesar de que las playas y los lugares paradisiac­os se lucen ostentosam­ente en las television­es. Y los que no pueden afrontar gastos imprevisto­s (otra barbaridad, el 37 por ciento) lo sufren, pero también lo asumen con resignació­n.

¿Significa eso que no hay descontent­o? En absoluto. Tiene que haber descontent­o cuando la situación económica sigue siendo identifica­da como uno de los grandes problemas nacionales en todas las encuestas, pero no se observa movilizaci­ón del nuevo proletaria­do, que ahora llaman precariado .La gente se moviliza rápidament­e por una sentencia judicial, pero no lo hace por no disponer de dinero para pagar a tiempo sus recibos o contra las leyes que facilitaro­n la precarieda­d. Los gobernante­s españoles tienen esa fortuna. Los anteriores podían presumir de lo bien que iba todo, y los nuevos incluso pueden darse el gustazo de otorgar prioridad a sacar a Franco del Valle de los Caídos antes que avanzar en procesos de igualdad.

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