Pobreza y paz social
La semana pasada nos dejó un par de datos que reflejan la evolución socioeconómica de España. Hemos podido saber, por ejemplo, que en el 2017 hubo 515 millonarios nuevos o que el 21,6 por ciento de la población vive en situación de pobreza, con ingresos de menos de 8.522 euros al año. El aumento del número de millonarios es poco significativo: siempre hay más (el 10,9 por ciento más el último año), aunque sea en periodos de crisis, lo cual sugiere que hacerse rico o aumentar la riqueza anterior tiene algo de crecimiento vegetativo. Salir de la pobreza, en cambio, cuesta mucho más: los índices de mejora, según el Instituto Nacional de Estadística, son ínfimos, se avanza a paso de tortuga, apenas siete décimas el año pasado. Se cumple el diagnóstico de Jesús Gil: “Es más fácil salir de la cárcel que de pobre”.
Hay que reconocer que, a pesar de la evidente desigualdad social que demuestran estos datos, España disfruta de una razonable paz social. Los indignados ya no hacen concentraciones como las del 15-M, quizá porque Podemos hace más política parlamentaria que de calle. Los que no pueden hacer una escapada de vacaciones (un 34 por ciento, qué barbaridad) parecen aceptarlo como un hecho natural, a pesar de que las playas y los lugares paradisiacos se lucen ostentosamente en las televisiones. Y los que no pueden afrontar gastos imprevistos (otra barbaridad, el 37 por ciento) lo sufren, pero también lo asumen con resignación.
¿Significa eso que no hay descontento? En absoluto. Tiene que haber descontento cuando la situación económica sigue siendo identificada como uno de los grandes problemas nacionales en todas las encuestas, pero no se observa movilización del nuevo proletariado, que ahora llaman precariado .La gente se moviliza rápidamente por una sentencia judicial, pero no lo hace por no disponer de dinero para pagar a tiempo sus recibos o contra las leyes que facilitaron la precariedad. Los gobernantes españoles tienen esa fortuna. Los anteriores podían presumir de lo bien que iba todo, y los nuevos incluso pueden darse el gustazo de otorgar prioridad a sacar a Franco del Valle de los Caídos antes que avanzar en procesos de igualdad.