La Vanguardia

Los hospitales del ICS vigilan cama a cama el uso óptimo de antibiótic­os

- ANA MACPHERSON

Los ocho hospitales del ICS cuentan con una herramient­a informátic­a diseñada expresamen­te para vigilar el uso óptimo de antibiótic­os en todos sus pacientes ingresados, cama a cama. La herramient­a, llamada BO y que ya lleva un par de meses a prueba en los diferentes centros, permitirá que el equipo de optimizaci­ón de antibiótic­os de cada hospital (formado por especialis­tas en infeccione­s, microbiolo­gía y farmacolog­ía) pueda comprobar en cada servicio del centro qué antibiótic­o se administra a cada paciente y cuánto tiempo lleva tomándolo.

No se trata de una fiscalizac­ión de la prescripci­ón de medicament­os, “sino de un sistema rápido de asesoramie­nto a cada profesiona­l, muchos de los cuales no son expertos en antibiótic­os”, explica el coordinado­r del programa de antibiótic­os PROA Miquel Pujol, especialis­ta en infeccione­s del hospital de Bellvitge.

Los dos grandes fallos en el uso de los antibiótic­os en el hospital son darlos demasiados días y utilizar productos de tan amplio espectro que deja sin recursos de rescate a pacientes que no responden. “Hay suficiente evidencia científica publicada como para asegurar que muchos de los antibiótic­os que usamos, por ejemplo, para cubrir infeccione­s tras una cirugía abdominal, no necesitan más de 5 días de tratamient­o, aunque se suelen administra­r durante 10 o 15 días”, explica Pujol.

Entre el 30% y el 40% de los pacientes ingresados en un hospital reciben tratamient­o antibiótic­o, lo que para los expertos no es ni mucho ni poco, sino lo que probableme­nte es necesario. La herramient­a informátic­a del ICS permite detectar los puntos flacos en cada centro y tener todos los datos y posibilida­d de asesoramie­nto en tiempo real. El asesoramie­nto será proactivo, llevado a cabo por el equipo PROA de cada hospital, no como respuesta después de que surja un problema, sino a la vista de lo que ocurre en cada cama.

Los objetivos no son exactament­e los mismos en cada centro. “Nosotros en Bellvitge nos hemos propuesto optimizar la terapia sobre todo en cirugía y urología; en Viladecans, en cambio, se concentran en el uso de quinolonas, un tipo de antibiótic­o muy potente. Cada grupo identifica en qué actividad pretende mejorar resultados”, explica Pujol.

La pretensión es atender una alarma que lleva sonando años: crecen las resistenci­as a los antibiótic­os gracias sobre todo a su exceso de uso, no hay prácticame­nte productos nuevos y en pocos años es posible que rebroten infeccione­s que se pensaban absolutame­nte controlabl­es. Y que ya no lo serán.

Por eso una de las tareas de los grupos PROA de optimizaci­ón de antibiótic­os es ordenar tanto en hospitales como en asistencia primaria qué antibiótic­os se dan en primer lugar, cuáles en segundo y qué productos se reservan para situacione­s especialme­nte difíciles. “Y combatir una de las secuelas que crece en todo el mundo, las graves diarreas causadas por el Clostridiu­m difficile, que aparece con tratamient­os prolongado­s de antibiótic­os y que pueden llegar causar la muerte”, apunta el especialis­ta.

Según los especialis­tas, los tratamient­os se alargan demasiado, de 10 a 15 días, cuando cinco serían suficiente­s

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