La Vanguardia

Evocación en Granada

- JORGE DE PERSIA

Les Siècles / Ensemble Aedes Lugar y fecha: Palacio de Carlos V / Monasterio de San Jerónimo, Granada (22 y 23/VI/2018)

Acompañada del verdor potente de este comienzo del verano, y la eclosión de perfumes en los jardines, tuvo lugar la apertura de la edición 67ª del Festival de Granada. Inauguraba además nueva dirección el festival, a cargo de Pablo HerasCasad­o. No es frecuente que directores de orquesta ostenten esta responsabi­lidad, aunque hace años ya hubo una experienci­a, y más atrás, a comienzos de la posguerra, un director creó lo que es hoy la Quincena Musical donostiarr­a en 1939.

Había aire de novedad en esta apertura, con un programa infrecuent­e, que conmemorab­a el centenario de la muerte de Claude Debussy. Y de esta manera se justifica, creo, el marcado perfil francés de esta edición, con un guiño ruso en la presencia de Gergiev y la orquesta del Mariinski, y muy mínima participac­ión española. De alguna manera el cóctel parisino de tiempos de Debussy: wagnerismo, Mussorgski, Albéniz, y el “españolism­o de Sarasate”. El programa inaugural dedicado a Debussy fue a cargo de Les Siècles, una buena orquesta francesa reciente. Pero el segundo concierto, al mediodía siguiente en el magnífico barroco del monasterio de San Jerónimo, subrayó el gran eje que alentó a partir de Debussy a la música española.

A cargo del Ensemble vocal Aedes, estupendo, potente y sutil a la vez, escuchamos obras de Tomás Luis de Victoria –que según Debussy está en los fundamento­s de la renovación musical del siglo XX– y las “versiones expresivas” que Falla hizo a finales de su vida, y músicas religiosas de Poulenc y de Pau Casals.

El Palacio de Carlos V, una síntesis del concepto más clásico de armonía, acogió a la orquesta francesa Les Siècles, bajo la dirección de Pablo Heras. Su presentaci­ón estelar en su ciudad natal. Y así lo entendió el público que llenó con entusiasmo el recinto y atendió con mucho silencio la transparen­cia de la música de Debussy. Una muy buena versión de L’après midi d’un faune abrió el programa, que lució sus planos con transparen­cia, y matices de contención y tensión del fraseo y buenos solistas. Siguió la Première Suite d’orchestre que representa poco al gran Debussy con orquestaci­ones ajenas, y que alargó el programa, aunque es cierto que es una novedad. Finalmente la Ibéria, que Debussy compuso a la vez que Albéniz escribía la suya, con los guiños españolist­as sutilmente interpreta­dos, y cuyo tercer número, Les parfums de la nuit, fue el momento de evocación más especial, complement­ado a la salida del monumento con los majestuoso­s tilos. Cerró el programa la sustancia debussysta de La mer. ¿Qué más se puede pedir en este centro del mundo de la evocación al que cantaron Rusiñol, Albéniz, Debussy y Falla que es la Alhambra?

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