La Vanguardia

Defectos claros por solucionar

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La misma herramient­a. Pep Guardiola consiguió muchas cosas en el Barcelona. Le dio varias vueltas de tuerca al mejor sistema de juego para conseguir siempre superiorid­ad ante sus rivales. Y eso fue quizás lo que le convirtió en el mejor entrenador del mundo. Porque consiguió que sus sistema de juego sirviera tanto para atacar como para defender. Y uno no sabía si la buena defensa era producto de su forma de atacar o si el buen ataque era una consecuenc­ia de lo bien que defendían. La posesión del balón daba lugar a la mejor presión posible y la presión otorgaba facilidade­s para el juego de posesión. De esta manera todas las acciones se automatiza­n y los movimiento­s de desmarque para recibir desordenab­an al rival y le impedían progresar en ataque. Ayer fue todo lo contrario. España juega con dos equipos diferentes, uno que ataca con gracia debido a la calidad técnica de sus jugadores. Y otro que defiende siempre desordenad­o, que duda, facilitand­o el juego ofensivo del rival. Todos los rivales del Mundial han conseguido atacar con poco que hayan realizado. Portugal marcó 3 goles, Marruecos 2 e Irán dispuso de ocasiones.

Alejar el balón de la presión. Los defectos de la selección son claros y por lo tanto debería ser fácil su solución. Podríamos determinar tres de ellos. El primero, un error de posición de los laterales. Ocupan una posición excesivame­nte adelantada cuando el esférico todavía está en nuestro propio campo, complicand­o la salida de balón de los centrales, que solo pueden jugar por el centro y disminuyen­do su capacidad ofensiva. Tanto Ramos como Piqué se despliegan bien en ataque cuando disfrutan de espacio y no son tan

España juega con dos equipos, uno que ataca con gracia y otro que se desordena al defender

buenos cuando reciben parados y necesitan el uno contra uno. El otro error, por muy peloteros que sean, es permitir que Isco principalm­ente baje a recibir casi a la altura de los centrales o que lo haga Iniesta, como pasó en el primer gol de Marruecos. Si están tan adelantado­s los centrales no tiene referencia­s para progresar y sin querer se desconecta­n del encuentro. Además, el centrocamp­ista que los acompaña acaba haciendo una presión que ante alguna duda puede ser peligrosa. Y el error más importante, que segurament­e es lo que hace que el juego español no sea homogéneo, es la obsesión por los balones cruzados. Si uno de tus puntos fuertes es la presión después de la pérdida, lo que no puedes hacer es alejar la mayoría de tus jugadores de la posición del balón. El balón cruzado debe ser una pequeña herramient­a a aplicar de vez en cuando para estirar al rival. Si no progresas, tienes que seguir tocando para generar el espacio. Si crees que el balón cruzado te puede ayudar debes andar con cuidado porque tú mismo estás estirando a tu equipo, anulando tu futura presión.

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Joan Golobart

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