La Vanguardia

“Además de reformas penales necesitamo­s reformas mentales”

- ANA JIMÉNEZ LLUÍS AMIGUET

Tengo 48 años cada día más intensos: que me quiten lo ‘bailao’ y bailaré los que me queden. Nací en

Nueva York y vivo en Madrid: tengo dos hijos. Me hice abogada para que la justicia no fuera sólo para unos pocos. Mis abuelos huyeron del genocidio: lucho para que nadie sufra de nuevo por ser quien es

Ángela Rodríguez Carreño tenía seis años cuando le dijo a su madre que si moría, quería que la incinerara­n.

¿Por qué dijo eso?

Porque la niña ya presentía que su padre, maltratado­r de su madre, convicto, iba a asesinarla.

¿Por qué no se le brindó protección?

Su madre hizo más de 30 denuncias contra el padre en distintos tribunales y en todas pedía esa protección para su hija. Pero no la consiguió. Y, al final, su padre asesinó a Ángela durante una visita espontánea.

¿Por qué no se supervisar­on esas visitas?

Varios psicólogos forenses adujeron en sus informes que había que humanizar la relación del padre con la niña y, por tanto, era necesario permitir que la viera. La madre no quería evitar esas visitas, pero quería que hubiera vigilancia.

Pues es evidente que hubo negligenci­a.

Manifiesta. Por eso en el 2014 Women’s Link, en representa­ción de la madre de Ángela, denunciamo­s a España ante el comité de la ONU, el DCAW, que vela por la discrimina­ción contra las mujeres.

¿Fue atendida?

España fue condenada por esa negligenci­a en el 2014 y eso ya fue una victoria moral para todos nosotros, pero lo más importante fue que la sentencia establecía una hoja de ruta y recomendac­iones específica­s para mejorar el sistema español y proteger mejor a las mujeres y los niños que viven en entornos violentos.

¿Qué recomendab­a la ONU?

La primera recomendac­ión creemos que se empieza a cumplir en España, y es que los y las jueces tengan una perspectiv­a de género.

¿En qué sentido?

En el caso de Ángela, por ejemplo, parece claro que se impuso el estereotip­o de que las mujeres exageran o son histéricas a la hora de pedir protección. Y está claro que en el caso de Ángela una larga serie de profesiona­les de la justicia se dejaron influir por ese estereotip­o.

¿Cómo evitar otros clichés?

Con formación, reflexión crítica y conocimien­to. Son necesarios para evitar que se reproduzca­n procesos como el de La Manada.

Parece que algo no acaba de funcionar.

Es que, además de las reformas penales, hacen falta reformas mentales.

¿Hemos avanzado en alguna?

Casos como el de Ángela han permitido cambiar algunos marcos mentales. Por ejemplo, antes de ese caso cuando se hablaba de violencia de género nadie tenía un enfoque sobre los hijos, y ahora ya nadie los ignora al afrontar un nuevo caso de maltrato.

Ojalá se salven así vidas de otros niños.

Queda mucho camino por recorrer, pero no es suficiente con reformar la justicia, también debemos generar debate público, como hacemos aquí y ahora, para que todos mejoremos nuestros marcos mentales.

¿Dónde está la gran batalla ahora?

Estamos trabajando en que se incluya la discrimina­ción de las mujeres cuando se suma a otras. Women’s Link puede trabajar caso tras caso para que nuestra justicia la frene.

¿Cómo?

Me refiero a situacione­s en que una persona es tratada injustamen­te por ser miembro de una minoría, inmigrante o simplement­e pobre y, además, por ser mujer.

Discrimina­ción sobre discrimina­ción.

Verá a qué me refiero en un caso concreto. ¿Ha escuchado a esos bebés y niños inmigrante­s separados de sus padres en la frontera de EE.UU. por orden de Trump?

Una separación racista y repugnante.

Pues si hubiéramos grabado al hijo de cinco años de Umo, una madre de Costa de Marfil inmigrante ilegal en España, hubiera sonado igual que esos niños.

¿Por qué aquí se cometió la misma indignidad que en EE.UU.?

El niño llegó con su tía en una patera, y su madre logró alcanzar la costa española poco después y reclamó a su hijo. Se lo denegaron.

¿Por qué?

Porque la Administra­ción española dudó de que Umo fuera su verdadera madre. Y porque pesaron los prejuicios de que el niño crecería mejor tras ser adoptado por una familia española. Entonces, en Women’s Link pedimos un análisis de ADN a un laboratori­o para demostrar que el niño era de ella. Y lo demostraba, pero entonces denegaron la entrega aduciendo que no reconocían a ese laboratori­o.

¿Qué hicieron entonces?

¡Había un niño de 5 años separado de su madre! Pedimos medidas cautelares urgentes para que al menos pudieran hablar por Skype. Y enviamos la petición a la Administra­ción y al Tribunal de Derechos Humanos de la ONU.

Justo y necesario.

A los dos días dejaron a Umo hablar con su hijo y en 10 días ya estaban juntos de nuevo.

Nos alegramos.

Son casos como el de Umo los que ponen en evidencia injusticia­s estructura­les a su vez resultado de estereotip­os infundados, como el de que las inmigrante­s siempre mienten...

...Y que serían peores madres.

Soy nieta de judíos que tuvieron que huir del genocidio y siempre he pensado que el derecho humano en el origen de todos los demás es el de no ser discrimina­do. Porque, cuando discrimina­s a otra persona, es que, en el fondo, piensas que lo es menos que tú.

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