¿SALUD DIGITAL O SALUD DEL SISTEMA?
La transformación de nuestras vidas, de nuestra realidad es y, valga la redundancia, una realidad incontestable. El mundo digital está aquí, y está para quedarse. Y el mundo de la medicina, de la salud, no es ajeno a esa verdad. Inteligencia artificial, pastillas digitales, biosensores, realidad virtual contra el dolor, exoesqueletos, impresión en 3D, cirugía láser, quirófanos robotizados, etc., son algunas de las soluciones tecnológicas que están cambiando la relación médico-paciente. Decía anticipadamente en 1952 Gregorio Marañón, que la ciencia, y especialmente la medicina, habían perdido aquella sumisión familiar para iniciar su transformación hacia lo impersonal, pero que a la vez se habían hecho universales. Efectivamente, la universalidad del conocimiento mediante el nuevo lenguaje digital hace que las nuevas y modernas tecnologías se agilicen y aumenten su eficacia, al mismo tiempo que nos son más próximas. Algoritmos, terapias génicas, test genómicos, implantes, aplicaciones móviles, imágenes de alta resolución etc. son el preludio de esta nueva medicina al alcance del médico y del paciente.
Y es que ya no basta con aceptar las innovaciones que han penetrado en el día a día de la asistencia: la historia clínica digital, la receta electrónica, citas no presenciales, el correo electrónico y todas las nuevas tecnologías; la transformación digital también viene en auxilio de los sistemas de salud que se enfrentan a grandes problemas como el alargamiento de nuestras vidas, la cronicidad, la escasez, la saturación y las inadaptadas viejas estructuras. Al mismo tiempo, paradójicamente, prometen soluciones de corte economicista para un supuesto “paraíso artificial" sanitario.
La OMS señala el déficit mundial de médicos, enfermeras y trabajadores de la salud, además de que los costes no cesan de crecer. Se prevé que el gasto estadounidense de salud alcanzará casi el 20 % de su PIB en el 2021. En la España del 2016, alcanzó el modesto 6,34 % del PIB. Como puede entreverse, la práctica actual y futura de la medicina parece comprometida.
Se puede decir que hemos pasado de un modelo basado en el volumen a otro de programas cimentado en resultados e intercambio de datos, de una realidad continua, a una nueva realidad discontinua conformada por bits (ceros y unos). Por eso, a estas alturas, lo que nos toca a ciudadanía y a los sistemas sanitarios, sin caer en lo impersonal, es un cambio de paradigma a la hora de abordar nuestra salud. En donde la tecnología se manifiesta como un potente medio para agilizar la atención y multiplicar su alcance. Pero para esto se requiere un cambio de mentalidad y una búsqueda de respuestas apropiadas a estos tiempos que Gregorio Marañón ya intuyó y que son presente.