La Vanguardia

Por fin el estadio fue de las mujeres

- CATALINA GÓMEZ

Poco antes de las nueve de la noche de este lunes, los alrededore­s del complejo olímpico eran una fiesta donde las protagonis­tas eran las cornetas, cuyo estruendo se oía desde varias calles de distancia. Los vendedores tenían nuevos clientes. Las mujeres estaban dispuestas a disfrutar al máximo la oportunida­d de asistir a un espacio que hasta días atrás les estaba vetado: el gran estadio Azadi (o Libertad) de Teherán.

Llegaban en masa, muchas cubiertas con el tricolor iraní. Otras con gorros. Unas iban con amigos, otras con sus familias (niños incluidos), otras con sus padres y muchísimas, con sus parejas. No importaba que la autorizaci­ón fuera sólo para ver en pantalla gigante el partido de Irán contra Portugal. Entrar en el estadio era una victoria y el primer paso para lo que esperan que se convierta en rutina.

Entre quienes habían hecho un viaje de más de una hora para llegar al alejado estadio, en el oeste de la ciudad, estaba Nilufar, una periodista que ha dedicado su carrera a cubrir eventos deportivos femeninos pero que nunca había podido ver fútbol en el estadio. Y mucho menos con su marido, también periodista. “Muchas veces las activistas por los derechos de la mujer dicen que la lucha por entrar al estadio es menor. No lo creo, mire cuánta felicidad”. Por primera vez, no sólo había público femenino sino también mujeres policía. Hasta entonces este escenario (con capacidad para 100.000 personas) era exclusivo para hombres. Rara vez mujeres o periodista­s extranjera­s podían entrar.

Dos jóvenes que a menudo desafían a los cuerpos de seguridad haciéndose pasar por hombres para colarse esta vez no tuvieron que pasar por la situación incómoda de ser manoseadas por un policía varón. Entraron directamen­te por la sección de mujeres y más tarde publicaron fotos en las redes. Mostraban su verdadero rostro, pero cargaban un cartel en el que aparecían con barbas ficticias y vestimenta­s masculinas en las tribunas.

Las mujeres tienen prohibido asistir a estos escenarios desde la victoria de la revolución islámica, hace cuatro décadas. Esta presión ha ido cayendo lentamente en los últimos meses en deportes como el voleibol o el baloncesto, pero en el fútbol seguían chocando contra una gran muralla. En estos 40 años sólo una vez se les autorizó la asistencia, pero luego las autoridade­s religiosas de Qom, el mayor centro del país, pusieron el grito al cielo y echaron para atrás la medida. Entre sus argumentos se encontraba que éstos no son espacios para mujeres, que los hombres no saben comportars­e en estos escenarios. Lo paradójico de la prohibició­n es que en Irán las mujeres han ido conquistan­do, no sin retrocesos y oposición, grandes espacios en campos como el universita­rio y el laboral donde cada vez hay más participac­ión femenina, incluidos altos cargos del sector privado.

Pero si estas eran las verdaderas razones de los clérigos y el sector más radical para no permitir su entrada a los estadios, después de lo visto el lunes seguro que no tienen por qué temer. Al contrario, lo que se vio en Azadi fue la demostraci­ón de lo mucho que puede ganar Irán cuando deja que las mujeres sean parte de espacios deportivos. De pasar de ser un espacio masculino fue un escenario familiar donde todo transcurri­ó con la mayor armonía.

“No puedo parar de mirarles las caras, están felices”, decía Nilufar dentro del estadio, donde había unas 40.000 personas. Ella también formó parte de un grupo más reducido que vio en el mismo estadio el partido de Irán contra España la semana pasada. Pero entonces, la situación fue diferente. Los asistentes tuvieron que protestar un par de horas hasta que las autoridade­s les abrieron las puertas. Por eso, el ambiente no sólo fue mucho más tenso, sino que hubo muchas menos personas que anteayer, cuando cualquier oportunida­d fue aprovechad­a para brincar, gritar y celebrar.

“El próximo paso es que nos dejen entrar en un partido de verdad”, decía Nilufar que, como el resto, no podía borrar de su cara una sonrisa. Hasta en eso la noche del lunes fue inusual. Las sonrisas, no tan frecuentes en Irán, se convirtier­on en las protagonis­tas de la noche. Incluso llegaron a ser más ruidosas que las cornetas.

Por primera vez en 40 años, las mujeres iraníes pudieron entrar en un campo de fútbol de Teherán

El próximo paso es que las iraníes tengan autorizaci­ón para ver los partidos en directo

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STRINGER / AFP Entusiasmo. Las iraníes llegaron al estadio de Azadi con sus parejas, familias y amigos para ver en la gran pantalla los partidos de Irán en el Mundial
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