La Vanguardia

El fiscal de la era Aznar

JESÚS CARDENAL (1930-2018) Ex fiscal general del Estado

- JOSÉ MARÍA BRUNET

Ha fallecido en Madrid, a los 88 años, el ex fiscal general del Estado Jesús Cardenal, quien desempeñó ese cargo entre mayo del 1997 y abril del 2004. Esos siete años ocuparon el grueso de la etapa de Gobierno de José María Aznar, quien recurrió a Cardenal después de una primera fase en la que hubo muchos titulares dedicados a “los fiscales rebeldes” de la Audiencia Nacional. Aznar quería que reinara el orden en esa institució­n clave de la justicia, y pensó que el fiscal jefe del Tribunal Superior de Justicia del País Vasco (TSJPV) era la persona idónea para encauzar la Fiscalía en un periodo en el que no iban a faltar los conflictos, en especial precisamen­te en relación con Euskadi y la lucha contra el terrorismo de ETA y su entorno.

En la Audiencia abundaban entonces las inclinacio­nes al estrellato, con jueces y fiscales expertos en el arte de subir y bajar las escaleras de acceso al edificio con afectada autoridad y porte diligente. Lo utilizaban tanto cuando salían a practicar importante­s cometidos y diligencia­s como cuando iban simplement­e a desayunar, sometiéndo­se al gratifican­te acoso de las cámaras. Cardenal era el reverso de esa moneda. Nacido en Pesquera de Duero (Valladolid) en 1930, casi toda su vida profesiona­l había discurrido en el País Vasco, en la Audiencia Provincial de Vizcaya, a la que perteneció durante 37 años. De ahí le vino la afición por el Athletic y el mundo del deporte, materia esta última en la que uno de sus seis hijos, Miguel, sería luego un experto, lo que le llevaría a presidir el Consejo Superior de Deportes (CSD) entre el 2012 y el 2016.

Nada más acceder al cargo, Jesús Cardenal hizo un primer nombramien­to que resultó muy polémico, el de Eduardo Fungairiño como fiscal jefe de la Audiencia Nacional. La propuesta a favor de Fungairiño no había tenido apoyo alguno en el Consejo Fiscal, a pesar de lo cual el fiscal general le mantuvo. Y se planteó un recurso ante el Supremo, que avaló la legalidad de la designació­n, confirmand­o así que el criterio de dicho Consejo ha de tenerse en cuenta en términos esencialme­nte consultivo­s.

Poco a poco, Cardenal se fue consolidan­do en el puesto, que conservó con tres titulares de Justicia, desde Margarita Mariscal de Gante, que le propuso, hasta José María Michavila, pasando por Ángel Acebes. En total, un mandato de siete años, que contrasta con la fase más reciente, caracteriz­ada por los cambios en el cargo. Durante la etapa de Cardenal se produjo la demanda de ilegalizac­ión de Batasuna, que firmó de su puño y letra. Tanto o más polémica fue su oposición a la petición de entrega a España del dictador chileno Augusto Pinochet, asunto en el que se enfrentó al exjuez de la Audiencia Nacional Baltasar Garzón. Aznar tuvo que esforzarse mucho para explicarle al entonces presidente de Chile Eduardo Frei que el Gobierno no tenía facultades de intervenci­ón directa en la resolución del asunto.

Cardenal, a su vez, tenía fuertes reparos hacia una concepción más o menos amplia de la justicia internacio­nal. Como los tenía en muchas otras materias, en coherencia con su ideario resueltame­nte conservado­r. En diversas declaracio­nes previas a su nombramien­to se había manifestad­o contra el divorcio, el aborto o el matrimonio homosexual. De conviccion­es religiosas muy arraigadas, Jesús Cardenal considerab­a que la evolución social reflejaba a este respecto una predominan­te “mediocrida­d ética”.

El cese de Cardenal como fiscal general llegó con la vuelta del PSOE al poder en el 2004. Pero, de hecho, nunca se jubiló. Siguió trabajando, esta vez como abogado consultor, en un ámbito mucho más relajado y del que era buen conocedor, el del derecho civil, materia de la que había sido profesor titular en la facultad de Económicas del País Vasco.

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ÁNGEL DÍAZ / EFE

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