La Vanguardia

Fútbol forense

- Jordi Balló

LEl VAR responde a un ideal de la sociedad del desarrollo: la prueba inapelable

a resolución tecnológic­a de las dudas en los partidos del Mundial (a través del VAR y otros instrument­os analíticos de lo real) supone una revolución conceptual en la relación entre indicio y verdad. Que un aparato cultural e ideológico tan potente como el fútbol haya adoptado esta línea argumental sobre la veracidad de las apariencia­s, supone un gran cambio que sólo ahora podemos empezar a vislumbrar. Sencillame­nte lo que esto quiere decir es que se diluye la figura del juez único capaz de concentrar en su decisión la valoración de diferentes indicios (lo que ha visto, lo que cree que ha visto), en favor de una acumulació­n de pruebas irrefutabl­es que deben hacer decantar el veredicto, a la manera de cómo opera la medicina forense en los procesos de análisis de los cadáveres. En esto podríamos decir que el fútbol del VAR responde a un ideal de la sociedad del desarrollo: exhibir unos criterios surgidos de pruebas que sean inapelable­s, porque hay una realidad superior, fruto de la técnica y sin intervenci­ón humana, que valida finalmente una opinión y la convierte en indiscutib­le. En este contexto, el margen de debate sobre la decisión tomada se convierte en secundario, porque ha desapareci­do aparenteme­nte cualquier rastro de arbitrarie­dad. Esto tiene un aspecto positivo si consigue apaciguar los insoportab­les victimismo­s en el fútbol y gran parte de la violencia latente que puede generar la sospecha del favoritism­o. Pero es también una decisión que va más allá del fútbol, porque colabora en una ideología que el sistema quiere generaliza­r: que la justicia funciona porque dispone de todos los instrument­os posibles, y que por tanto no es discutible, como tampoco lo es el marco de referencia en el que se instala.

La visión continuada de estos partidos de fútbol del Mundial entendidos como un espectácul­o medible sigue en el fondo la misma estructura de las series forenses habituales, como CSI, Nit i Dia ,o

Forensic Files: siempre se encuentra la manera de descubrir la verdad y hacer decantar la culpabilid­ad o la inocencia de un hecho, porque las imágenes, del partido o del cadáver, contienen la clave de su resolución. En el nuevo fútbol radiografi­ado, los

forenses están encerrados en una singular sala de autopsias con un despliegue de pantallas desde donde transmiten los primeros mensajes de aviso, que luego deben ser reinterpre­tados por los árbitros / detectives, que acabarán de dictaminar el sentido final de todos los signos de los que se dispone. Como en las series forenses, esta distancia de los dos espacios es clave: un espacio cerrado, invisible, concentrad­o en el texto (el cadáver, las jugadas polémicas del partido), y otro más abierto, que es el espacio de la interpreta­ción y el veredicto. Incluso el suspense temporal de tener que comprobar directamen­te la jugada por parte del árbitro (un hecho que sería prescindib­le si los que visionan la sala de mandos ya lo han visto claro), reproduce también esta estructura entre forense y detective: uno ha dispuesto las pruebas irrefutabl­es y el otro se guarda la palabra final. No hay más realidad que la que es descifrabl­e.

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