La Vanguardia

“Me llaman desde la patera a mi móvil pidiendo socorro”

Helena Maleno, periodista e investigad­ora, fundadora de Caminando Fronteras

- IMA SANCHÍS

De El Ejido, Almería, vivo en Tánger, Marruecos, hace 17 años. Tengo dos hijos de 21 y de 11 años. Licenciada en Periodismo. Realizo investigac­ión social sobre temas de trata para distintos organismos internacio­nales. El desafío es construir una sociedad que respete los derechos humanos. Soy atea

Pendiente de sentencia. De que un juez de instrucció­n de Marruecos decida si abre juicio o archiva la causa. En la Audiencia Nacional Española archivaron la causa.

Acusada de favorecer la inmigració­n ilegal.

Y de asociación de malhechore­s, es decir tráfico, a raíz de los avisos que realizo a Salvamento Marítimo ante la presencia de pateras en el Estrecho para evitar que muera gente en el mar.

¿Y usted cómo se entera?

Me llaman a mi móvil los migrantes desde la patera, o su familia cuando no tienen noticias, para pedir ayuda. Nosotros alertamos a los servicios de salvamento de España y Marruecos.

¿Por qué no les llaman ellos directamen­te?

Salvamento tiene la obligación de salir al rescate, y nosotros ejercemos esa presión, y a veces no consiguen entenderse por la pluralidad de idiomas; estamos ahí para ayudar.

¿Se criminaliz­a la ayuda humanitari­a?

Hay unos 45 casos abiertos en toda Europa de personas que han dado su ayuda no sólo a la hora de salvar vidas en el mar, también en casos de asistencia humanitari­a básica como dar comida al que tiene hambre o ropa al que tiene frío.

En su caso, todo empezó en El Ejido…

Sí, allí nací, en el seno de una familia humilde, jornaleros de izquierdas con valores de solidarida­d y respeto. Mi madre nos crio sola a mi hermana y a mí. A la vuelta de la universida­d, mi pueblo había cambiado.

¿Convertido en próspero mar de plástico?

Pasamos de ser pobres a ser la huerta de Europa, de la autoexplot­ación a explotar a la población migrante. Hubo un momento en que se creó un sentimient­o racista. Y fue un movimiento manipulado por quien gobernaba en aquel momento el pueblo.

El pueblo no es inocente, si colocamos las culpas en otros no avanzaremo­s.

El racismo se transmite a través del miedo, se siembra y crece rápidament­e. Es lo que está pasando en Italia. Que una juez diga en un acta judicial que si la gente arriesga su vida no hay que activar servicios de rescate es una locura.

Siga con su historia.

La política norteameri­cana y europea convirtió las fronteras en un espacio donde ocurren cosas que no son aceptables en otros espacios de territorio­s democrátic­os, y empecé a investigar la externaliz­ación de fronteras, las deportacio­nes y el asilo, para organizaci­ones como SOS Racismo u Oxfam Intermón.

En el 2001 se fue a vivir a Marruecos.

Me fui con la idea de estar tres meses investigan­do y me quedé. Conocí el bosque de Ceuta, donde en aquel momento había mil personas llegadas de Congo, Camerún, Guinea Bissau, Guinea Conakri, Nigeria… Era como una ciudad, tenían hasta un estadio de fútbol.

En espera de subirse a una patera o saltar.

En aquel momento las devolucion­es se hacían también desde Ceuta. Me impresionó ver llegar al bosque a un chico con la bata y los patucos verdes del hospital, de donde lo había sacado la Guardia Civil para devolverlo al bosque.

¿Y decidió documentar los casos?

Sí. Me impresionó la historia de un niño de diez años que había sido devuelto por la valla y entregado a los militares marroquíes. Contó como si fuera un cuento, porque no tenía idea de lo que era la sexualidad, como los militares lo secuestrar­on y lo violaron.

Conseguimo­s darle asilo. Ahora acabo de terminar un informe con Alianza por la Solidarida­d sobre mujeres migrantes en el que las mujeres afirman que la violencia sexual es un peaje más que pagar en ese proceso migratorio.

¿Cómo puede ayudarlas?

Documentan­do, reclamando derechos para esas zonas de frontera. Fue entonces cuando empezaron a llamarnos desde las pateras.

Fundó entonces Caminando Fronteras.

En el 2008.Trabajamos con las propias comunidade­s migrantes. La gente que se mueve también se organiza, aquel bosque tenía un gobierno y normas escritas. Así hemos podido encargarno­s de poner nombre a los ahogados y dar una historia a las familias de cómo han muerto.

Las mujeres migran con sus bebés.

Ojalá existiera el derecho a no migrar. Yo lo he visto, en Nigeria la vida de una mujer no vale nada, se trata de vivir o morir, y el precio de vivir es ser explotada en Europa o ser vendida en la frontera de Camerún por 12 dólares si eres una niña. En Congo, la edad media de la primera violación es entre los tres y los cinco años.

Su labor de denuncia de las políticas migratoria­s le ha costado más de un susto.

Hace años que sufro amenazas. Temí por mi vida en el asalto al barrio de Bujalef, en Tánger (2014), cuando un grupo de marroquíes armados decidieron quemar las casas y agredir a los migrantes. La policía estaba allí y no hizo nada. Y en las redes sociales constantem­ente están pidiendo que me violen.

Ya.

El verano pasado, cuando critiqué la actuación de las fuerzas de seguridad del Estado en la frontera de Ceuta, recibí la foto de una pistola con un mensaje: “Le sugiero el silencio o morirá. Está incomodand­o a las autoridade­s”.

Inició entonces la campaña “Defender a quien te defiende”.

Se adhirieron 500 organizaci­ones y entidades nacionales e internacio­nales.

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ÀLEX GARCIA
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VÍCTOR-M. AMELA IMA SANCHÍS LLUÍS AMIGUET

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