Tiempos de perplejidades
MAIMÓNIDES era un médico, filósofo y rabino de Al Ándalus que buscaba hace mil años casar la razón con la fe. Fue de los primeros autores en usar la palabra perplejidad en uno de sus libros, que ejerció una gran influencia en los círculos judíos y cristianos. Tras publicar su Guía de perplejos, fue acusado de racionalista, porque pretendía conciliar las escrituras con las verdades racionales. Y tuvo que escuchar que los conservadores le llamaran hereje, e incluso traidor, por mostrarse como un hombre cabal y un filósofo equilibrado.
La perplejidad acaba de ser utilizada en el título de un libro publicado por el BBVA (La era de la perplejidad), donde una serie de personalidades intentan concertar la globalización con la tecnología para descubrirnos el mundo que se nos avecina. Francisco González escribe en la introducción que “es evidente que la inteligencia artificial, la robótica, las biociencias, las nanotecnologías y el perfeccionamiento de los algoritmos replantearán de modo radical los valores, las creencias y los modos de vida”. Estos cambios se están trasladando a la política, como lo reflejan la irrupción del populismo, el rechazo a las instituciones y el malestar colectivo.
Son tiempos de perplejidades, que nos obligan a repensarlo todo. En el Congreso, Pedro Sánchez respondió ayer a Joan Tardà diciendo que el independentismo debería acabar con la unilateralidad, que la Constitución no es un margen estrecho y que sobre el Estatut se puede construir un nuevo consenso: “Tenemos que reconocer nuestros errores, también ustedes”, concluyó en un tono impecable. Nada que ver con las respuestas que se escuchaban hasta hace poco en la Cámara. Haría bien el independentismo en armonizar razón y fe, como Maimónides, aunque algunos les llamen, como a él, herejes. Ha llegado el momento de que los dirigentes catalanes digan en público lo que proclaman en privado. Y que aprovechen la oportunidad inesperada.