Los temas del día
Los posibles puntos de enfrentamiento entre Sánchez y Torra en los días previos a la reunión de ambos, y las buenas cifras de crecimiento de la economía española durante el segundo trimestre del año.
PEDRO Sánchez y Quim Torra se reunirán el 9 de julio en la Moncloa. El presidente del Gobierno y el de la Generalitat tendrán entonces ocasión de analizar el conflicto catalán en clave constructiva. El triunfo de la moción de censura que desalojó al gobierno Rajoy trajo un soplo de aire fresco, patente en la oferta de diálogo de Sánchez, bien recibida por Torra. Dicha oferta no debe desaprovecharse.
Pero la voluntad de diálogo, imprescindible para desbloquear la situación catalana y verbalmente bienvenida por ambas partes, tropieza con obstáculos, como el desacuerdo de las partes a la hora de establecer el marco realista de la negociación. A dos semanas del encuentro, se subrayan más las diferencias que el deseo de abrir una nueva etapa en pos de acuerdos.
Quim Torra dijo el martes en Washington –donde, a falta de contactos con congresistas o miembros de la Administración Trump, participa en un festival folklórico– que el referéndum pactado por la independencia debe estar sobre la mesa de negociación. También el asunto de los políticos encarcelados o expatriados y lo que en ámbitos independentistas se califica de regresión de la democracia española. A su vez, Pedro Sánchez invitó al independentismo a olvidarse de la unilateralidad, a reconocer sus errores del 2017, a aprender de ellos y a admitir el marco de la Constitución.
Los apoyos de los partidarios de la unilateralidad son insuficientes. Podrán colegir del 1-O, si así lo desean, un “mandato popular”. Pero lo cierto es que el voto porcentual por la independencia no permite tratar de romper el Estado. Ni lo permite la Carta Magna. Por eso los sectores más templados del independentismo recuerdan que este no es tiempo para recalcitrantes, sino para ensanchar la base del movimiento e intentar defenderlo con mayor solidez. Pese a lo cual, en la misma ERC cuyos líderes abogan por un cambio de estrategia y por el respeto a la legalidad hay también corrientes, como quizás se vea en la conferencia nacional del próximo fin de semana, partidarias de no renunciar a ninguna vía para llegar a la república independiente.
Los soberanistas deben hacer un ejercicio de realismo. Sus deseos son legítimos y merecen consideración. Pero los hechos son tozudos. Es en parte comprensible que nadie quiera pasar por traidor al proceso hacia la independencia que, con más ilusión que fundamento, llevó al país a un callejón sin salida; y a sus líderes, cuyo procesamiento confirmó ayer el Supremo abriendo la puerta a la suspensión en sus cargos, a la cárcel o al extranjero. Pero es preciso asumir la situación, aplazar hasta mejor ocasión la lucha por la independencia y centrarse en optimizar el funcionamiento del país.
Los políticos encarcelados deberían librarse del régimen de prisión preventiva al que se les somete. Entre otros motivos, porque eso contribuiría a la distensión. Pero con la misma claridad que decimos esto afirmamos que no se debería estar pidiendo tal cosa y, al tiempo, haciendo declaraciones que no se basan en el reconocimiento de la realidad ni, dicho sea de paso, benefician a encarcelados y expatriados. La ocasión para el diálogo que ahora se abre quizás no garantice frutos inmediatos. Pero despreciarla a golpe de maximalismos es un error. Además, la posibilidad de que un partido con tareas de gobierno ofrezca una mejor actitud que el PSOE son escasas. No hay que perder oportunidades para reducir la tensión y avanzar por la vía del diálogo. Y la que ofrece el PSOE no es en absoluto desdeñable.