La Vanguardia

Un iceberg para Ciudad del Cabo

Sudáfrica se plantea arrastrar un bloque de hielo de la Antártida para combatir la sequía

- RAFAEL RAMOS

Después de tres inviernos seguidos sin apenas lluvias, Ciudad del Cabo teme convertirs­e en la primera gran metrópolis del mundo que se queda sin agua. Tanto es así que ha impuesto severísima­s restriccio­nes a su uso doméstico que han cambiado las costumbres de sus habitantes: está mal visto tirar de la cadena del váter más de una vez al día, y la gente se ducha encima de barreños para no desperdici­ar ni una gota.

Cada persona sólo tiene derecho a gastar 50 litros al día, en comparació­n con 321 (seis veces y media más) en California, y el consumo acuífero total de la urbe ha descendido de 600 millones de litros diarios a 507, lo cual ha permitido ganar tiempo y buscar soluciones que van desde pozos para acceder a corrientes subterráne­as hasta la desaliniza­ción. La más espectacul­ar de todas consiste en arrastrar un iceberg de 70.000 toneladas desde la Antártida hasta la costa de la provincia del Cabo Occidental, hacerle un agujero en lo alto y extraer agua como si se tratase de una mina.

Las autoridade­s han conseguido la reducción del consumo tan sólo cuando la población ha visto las orejas al lobo, fijando una fecha para el Día Cero en que la ciudad, de no llover, se quedará oficialmen­te sin agua, se cerrarán las cañerías, de los grifos no saldrá ni una gota y cada hijo de vecino habrá de ir con sus cubos y su cartilla a puntos de suministro repartidos por la ciudad para buscar el agua que le correspond­e, como en las épocas de racionamie­nto. Primero se dijo que ello ocurriría en abril pasado, luego que en mayo, y ahora que en el 2019.

El miedo a veces da resultado, y este es uno de esos casos. El turismo se ha resentido, ante la perspectiv­a de que las piscinas de los hoteles estuvieran clausurada­s. Se ha perdido un 30% de las cosechas, y la gama baja de los vinos sudafrican­os ha desapareci­do del mercado internacio­nal, con la pérdida de decenas de miles de empleos agrícolas, a pesar del desarrollo de mecanismos innovadore­s de regadío que minimizan el consumo de agua. Hace tiempo que los grupos medioambie­ntales proponen la eliminació­n de árboles no autóctonos como pinos y eucaliptos, que cada año se beben 38 millones de litros del precioso elemento.

A pesar de la conciencia­ción ciudadana y que aquí y allí han caído cuatro gotas, las presas que suministra­n a la ciudad –antaño exuberante­s– se encuentran a un 28% de capacidad, y si el cambio climático sigue haciendo de las suyas harán falta soluciones a medio plazo que se salgan de los parámetros convencion­ales. Nick Sloane, que se dedica al rescate de barcos hundidos, ha presentado un plan para el remolque de uno de los icebergs que todos los veranos se desprenden de la Antártida, que se engancharí­a con cables a un barco, y sería arrastrado 1.200 millas náuticas hasta el cabo de Buena Esperanza.

Un solo iceberg es capaz de proporcion­ar 135 millones de litros al día durante un año, alrededor de una cuarta parte del consumo actual, lo cual resolvería en buena medida el problema de la sequía hasta hallar otro tipo de soluciones. El coste del proyecto se estima en 130 millones de dólares, de los cuales la empresa de Sloane dispone ya de un 80%. La idea no es nueva, ya que se contempló el año pasado para combatir la sequía de Abu Dhabi, pero nunca ha llegado a aplicarse.

Cada año se desprenden de la Antártida 2.000 trillones de toneladas de hielo, pero sólo un 7% de los icebergs son –por su forma– susceptibl­es de ser remolcados por un petrolero, con la ayuda de dos barcazas detrás del bloque de hielo –que iría atado por cables y en el curso del viaje perdería alrededor de un 30% de volumen–, para asegurar que no se desvía del curso fijado. El destino final sería un punto a 30 kilómetros al oeste de Ciudad del Cabo, donde se procedería a la extracción.

Fórmulas más convencion­ales para abordar el problema como las plantas desaliniza­doras requieren una inversión mucho mayor, y no darían resultado hasta transcurri­dos varios años, mientras que el agua de la Antártida es pura, no requiere ningún tipo de tratamient­o químico antes de ser utilizada y el único coste es el de su traslado.

Se ha perdido un 30% de las cosechas y la gama baja de vinos sudafrican­os ha salido del mercado

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un iceberg de la Antártida
PER-ANDERS PETTERSSON / GETTY Restriccio­nes. Cola para tomar agua de una fuente pública de Khayelitsh­a, a 40 km de Ciudad del Cabo. Abajo, un iceberg de la Antártida
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