La Vanguardia

La larga estela del ‘Aquarius’

- Enric Juliana

Hay barcos que escriben una época. El Aquarius es uno de ellos. La nave con más de 260 migrantes a bordo que estuvo a punto de quedarse sin puerto ha desnudado importante­s contradicc­iones europeas.

El Mediterrán­eo es la frontera más abismal que existe en el mundo. La desproporc­ión de riqueza entre Europa y los países que se hallan más abajo del desierto del Sahara es de 11 a 1. La desproporc­ión demográfic­a es de 1 a 3,5. (Horizonte 2050: 700 millones de habitantes en Europa; 2.400 millones de personas en África). Estos son los números. Escalofria­ntes. Mucha gente los conoce desde hace tiempo. Un territorio pequeño, rico y envejecido (en realidad, Europa es el extremo occidental de la gran plataforma continenta­l Eurasia). Una explosión demográfic­a en el continente más atrasado. La desestruct­uración de Oriente Medio. Turquía y los países del Gran Magreb, en turbulenci­a islámica, reforzados geopolític­amente por sus reservas de hidrocarbu­ros (Libia y Argelia) y por su decisiva función de filtro de la emigración clandestin­a.

Todo esto hace tiempo que se sabe. Todo esto hace tiempo que duele. Aquella fotografía del niño sirio muerto en la playa griega acabó de empujar a Angela Merkel a abrir las puertas de Alemania a un millón de refugiados. Valiente decisión –interesada decisión, también, puesto que Alemania se enfrenta a una severa crisis demográfic­a– que le está pasando factura. Sus aliados de la CSU no la quieren ver por Baviera, asustados ante el empuje de la xenófoba Alianza por Alemania. Se empieza a dibujar un eje reactivo Munich-Viena-Budapest-Milán. Fortificac­ión mitteleuro­pea.

La historia funciona así. Un día, un joven enclenque llamado Gavrilo Princip dispara contra el archiduque Francisco Fernando en la calle fluvial de Sarajevo, y se desencaden­a la peor guerra. Un día Matteo

Salvini ordena cerrar todos los puertos de Italia para ganar la alcaldía de Siena en las elecciones municipale­s parciales, y desencaden­a la mayor crisis de la Unión Europea desde el Brexit. Antiguo bastión de la izquierda, Siena es una ciudad símbolo en Italia. Su histórico banco, el Monte dei Paschi, estuvo a punto de quebrar hace dos años. Ahora han votado al candidato a alcalde apoyado por la Liga. Todo está relacionad­o.

Siena y València, ciudades de junio. Pedro Sánchez convertido la acogida del Aquarius en su gran gesto inaugural. Consenso interior e inmediata subida de la cotización española en el mercado europeo de la estabilida­d. Salvini, antiguo militante comunista

ha del centro social Leoncavall­o de Milán, ha conquistad­o Siena para el nacional-populismo. Steve Bannon, el hombre que ayudó a ganar a Donald Trump ,y

Alexander Duguin, el ideólogo del conservadu­rismo ruso, el nuevo Rasputin del Kremlin, están maravillad­os con el instintivo milanés. Sánchez ha estrechado lazos con París y Berlín y se ha asegurado una reforzada inyección de dinero europeo para engrasar la vigilancia de fronteras en Marruecos, Mauritania, Senegal y otros países. Ahora le falta la visita a Rabat, que no se ha producido aún por la presencia de un banco de niebla en la agenda oficial marroquí.

El episodio del Aquarius ha sido algo más que un gesto. Ayer en el Congreso, la oposición estuvo desmadejad­a.

Matteo Salvini ha conquistad­o Siena; Pedro Sánchez ha ganado apoyos en París y Berlín

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