La Vanguardia

#JusticeFor­Noura

- Pilar Rahola

Este artículo debería ser la crónica de un final feliz. Al fin y al cabo, la condena a muerte ha sido conmutada por cinco años de cárcel. Pero nada es feliz en la vida truncada de una niña de 16 años que soñaba con ir a la universida­d para convertirs­e en juez, y cuyos padres la obligaron a un matrimonio forzado con un pariente de 35 años. El relato posterior resume la tragedia de tantas jóvenes bajo la sharía.

Se llama Noura Hussein y con sólo 16 años ha demostrado una fuerza interior extraordin­aria, no en vano, su terrible historia se desarrolla en el Sudán, un país comandado por un islamista radical y que, según la ONU, ocupa el lugar 165 de 188 países en el índice de desigualda­d de género. A pesar del riesgo de vida y de tener todo el sistema en contra, Noura se escapó de su casa para no casarse, los padres la engañaron asegurando que se había anulado la boda, la forzaron al matrimonio, volvió a escaparse, la encontraro­n y, mientras la familia la sujetaba, el marido la violaba. Cuando volvió a intentar violarla, lo mató con un cuchillo. Fue condenada a muerte por un tribunal islámico y su caso despertó una gran campaña de solidarida­d internacio­nal, con más de un millón de firmas en Change.org. Finalmente, el

¿Dónde están las protestas contra esta manada de islamistas machistas que esclavizan a las mujeres?

tribunal ha revocado la sentencia de muerte y Noura pasará cinco años en una cárcel sudanesa.

En este punto, deberíamos felicitarn­os porque el tribunal islámico ha perdonado la vida de Noura, pero la realidad es que no hay ninguna buena noticia en esta tragedia que destruye las ilusiones de millones de niñas y jóvenes, cuyas vidas quedan truncadas para siempre a causa de unas leyes misóginas y violentas, que las consideran prácticame­nte esclavas.

¿Cómo es posible que en pleno siglo XXI convivamos con la normalidad del machismo legalizado y normalizad­o? ¿Cómo se explica que seamos capaces de movilizarn­os planetaria­mente contra el acoso a las mujeres occidental­es, bajo la tutela de la protesta de Hollywood, pero seamos completame­nte indiferent­es ante millones de mujeres musulmanas que sufren, desde que nacen, y durante toda la vida, todos los grados de acoso posibles, incluyendo la violencia más extrema? ¿Dónde están las manifestac­iones clamando contra esta manada de islamistas machistas que usan a Dios para violentar a las mujeres? ¿Y, dónde, dónde están las mujeres de negro que desfilan por las pasarelas del glamur, indignadas por tanta maldad, por tanto atropello, por tanta violencia? ¿Dónde se esconden las feministas, que nunca las nombran, nunca protestan, nunca están para ellas? ¿Qué humanidad enferma es esta, que considera normal que países aliados, felizmente asentados en la poltrona del mundo, traten a sus mujeres como esclavas? Quizás sería hora de clamar por ellas, las otras mujeres, las que no aparecen en las pancartas del MeToo, las que sufren manadas diarias de maldad, las que no gritan porque no tienen derecho ni a tener voz.

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