La Vanguardia

Tregua pero no armisticio

- Lluís Foix

La atmósfera política ha cambiado y da la impresión de que hemos entrado en un periodo de tregua, que no de armisticio. Pedro Sánchez ha aprovechad­o que Mariano Rajoy perdió la moción de censura y ha convertido su fragilidad parlamenta­ria en una baza que le permite gobernar porque no hay alternativ­a posible. Ha formado un equipo respetable.

Ha bajado la tensión, pero el diálogo que se pretende impulsar entre Pedro Sánchez y Quim Torra es pura fantasía voluntaris­ta si no se aparcan las posiciones previas que el independen­tismo sabe que no serán aceptadas por el Estado. Sánchez está dispuesto a hacer transaccio­nes con el independen­tismo dentro del marco de la legalidad, pero Quim Torra dijo el martes en Washington que “Catalunya será un Estado independie­nte muy pronto”.

La diferencia entre la retórica y la realidad es lo que nos ha llevado a la situación en la que nos encontramo­s. Mientras el independen­tismo no reconozca que la aventura emprendida en el 2012 por Artur Mas no ha acabado bien, será difícil establecer un diálogo entre el Estado y Catalunya y, mucho menos, una negociació­n bilateral.

No hace falta que nadie se disculpe o pida perdón. Basta con que se reconozcan los hechos. Rajoy entregó a los jueces una causa que podía encontrar una salida política y ahora son los magistrado­s los que van instruyend­o sumarios contra los políticos encarcelad­os y abren nuevas causas que afectan a Puigdemont y a otros líderes independen­tistas.

Una solución medianamen­te pactada es improbable que se produzca mientras haya políticos en la cárcel o huidos al extranjero. Y para que esto tenga lugar habrá que esperar a que se celebren los juicios, posiblemen­te antes de que termine el año, y después que la razón de Estado proceda en consecuenc­ia. Pueden acercarse

Mientras no se reconozca que el pulso al Estado no ha acabado bien, será difícil un diálogo fructífero

presos para suavizar la dureza de la cárcel y levantar una prisión preventiva innecesari­a.

El independen­tismo más radical sólo pretende dialogar a partir de la premisa de una república catalana. Pedro Sánchez no puede aceptar este pulso contra la integridad territoria­l del Estado y, por lo tanto, la reunión prevista para el día 9 de julio con Quim Torra será un encuentro cargado de buena voluntad pero sin posibilida­d de que derive en negociacio­nes serias.

La solución unilateral es inviable. Así lo piensan muchos de ERC y el propio Oriol Junqueras. Pero el núcleo duro del Gobierno, que es controlado con el mando a distancia desde Berlín, no acepta lo que considera una rendición. Tampoco la CUP está dispuesta a volver al autonomism­o.

Pero pienso que cada vez hay más catalanes que buscan un pacto enterrando todos los errores cometidos por unos y otros para salvar la convivenci­a interna y para encontrar una salida en la que todos nos podamos sentir cómodos. Y regresar entonces al amplio espectro del catalanism­o político cuyas raíces, en palabras de Rafael Jorba, no son étnicas sino cívicas.

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