La Vanguardia

Palabra de jefe

- EL RUNRÚN Imma Monsó

Si en las sociedades con Estado, la palabra es el derecho del poder, en las sociedades sin Estado, por el contrario, la palabra es el deber del poder. Hablar es para el jefe una obligación imperativa, la tribu quiere oírlo: el jefe habla sin decir nada. Su discurso consiste esencialme­nte en una celebració­n, numerosas veces repetida, de las normas de vida tradiciona­l: nuestros antepasado­s se sintieron bien por vivir como vivían. Sigamos su ejemplo y de este modo llevaremos juntos una existencia tranquila. ¿Qué dice el jefe? ¿Qué es una ‘palabra de jefe’? Es, en primer lugar, un acto ritualizad­o”.

Así explica Pierre Clastres (La société contre l’État) cómo en la sociedad tribal la palabra del jefe está disociada del poder: las palabras del jefe son un mero ritual, y esa es precisamen­te la garantía de que ese hombre de palabras nunca llegará a ser hombre de poder. El poder reside en la sociedad y el jefe tiene sólo la palabra, a diferencia de lo que ocurre en una sociedad con Estado, en que el jefe tiene la palabra y el poder.

La analogía con nuestra nación sin Estado es tentadora: las palabras del dúo Torra-Puigdemont se parecen demasiado a las de estos jefes tribales de los que habla Clastres: cáscaras vacías, frases cansinas, ritualizad­as, que nadie escucha con atención porque son palabras sin poder, como las que garantizan al jefe de la sociedad primitiva seguir siendo jefe (sin poseer el poder). Catalunya es una nación sin Estado (propio) y de tanto repetir que quieren uno parecen olvidar que su única posibilida­d de poder (y, por tanto, la única de que tomemos en serio sus palabras) es compartir el poder

El líder bicéfalo debería abandonar la idea de tratar a Catalunya como una sociedad primitiva

del Estado al que, guste o no guste, pertenecem­os. Sólo así podrán convertir las palabras en actos de gobierno, en leyes y en creación de derechos y deberes para aquellos a quienes dirigen sus palabras. En suma: el líder bicéfalo debería abandonar la idea de ser jefe de tribu, dejar de tratar a Catalunya como una sociedad primitiva e intentar ser el gobernante efectivo de una colectivid­ad europea del siglo XXI, que es el siglo que toca.

En cuanto a la sociedad catalana, ahora que se han retirado los caducos y prepotente­s jefes de la nación Estado española, deberíamos levantarno­s en un clamor popular para que los tribales jefes de aquí se reconviert­an o sean sustituido­s. ¡Que vengan otros! Que venga Urkullu, sin ir más lejos: mientras él dice que quiere negociar la reforma de la Constituci­ón, Torra dice que quiere volver a negociar otro 1-O. Mientras el primero quiere negociar poder, lo único que quiere negociar Torra es el número de hostias que estamos dispuestos a recibir. ¡Cielos!, ¿se puede hacer más el idiota? Hay momentos en que pragmatism­o, posibilism­o e inteligenc­ia son la misma cosa. Creo que este es uno de ellos.

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