La Vanguardia

Pam pam orelluts

- Julià Guillamon

Quise mucho al Valencia y al Castellón. ¿Pero qué sentido tiene ser toda la vida un inmigrante?

El pasado lunes bajaba por la calle Gran de Gràcia y vi a un chaval que llevaba puesta una camiseta cuatribarr­ada con las mangas verdes: ¡la segunda equipación del C.D. Castellón! El domingo el Castellón ganó al Portugalet­e 1 a 0 en Castalia y después de siete temporadas en Tercera ascendió a Segunda B. Me dirijo a él y le digo: “¡Yo estuve en la Final de Copa que perdimos 2 a 0 contra el Athletic de Bilbao!” El chaval se queda pasmado. E inmediatam­ente después le explico que esa misma temporada asistí en el viejo Castalia al 4-0 del Castellón al Barcelona, un gran partido inolvidabl­e de los orelluts (que es com se llaman los del Castellón). Fue el típico partido catastrófi­co del Barça: Reina, Rifé, Cortés, Torres, de la Cruz, Laredo, Juanito, Martí Filosía, Cos, Zabalza y Asensi. En el Castellón jugaban (que me suenen) el portero Corral (yo jugaba de portero y me fijaba mucho en lo que pasaba bajo los palos), Babiloni, Cayuela, Del Bosque (que acabó en el Madrid, fue entrenador y selecciona­dor), Clares (que jugó en el Barça junto a Cruyff) y Planelles (que fue al Valencia). 8 de abril de 1973: domingo.

Yo me sentía en todo y por todo hijo de inmigrante­s. El futbol que para mucha gente es una manera de integrarse en la tierra de acogida, para mi padre y para mí era una manera de mantener una identidad que ya no se correspond­ía con la vida que llevábamos. A la final de Copa de la temporada 1970-1971, entre el Valencia y el Barça, en Madrid, mi padre fue sólo. Me dijo que ganaríamos y yo, que siempre me lo creo todo, tuve un disgusto monumental. Vi el partido en la sala de la tele del hostal de Arbúcies, rodeado de clientes. Faltaban siete minutos para el final de la prórroga y Alfonseda metió el 4-3 del Barça. No he tenido nunca una rabieta con un ataque de ira como ese día, por culpa del Alfonseda de las narices. ¡Yo admiraba a Valdés, Paquito, Claramunt!

Cuando la temporada 1972-1973 el Castellón subió a Primera mi padre se sacó la solapa el escudo del Valencia y se puso el del Castellón: ¡quedaba mucho más cerca de su pueblo! Aquel fin de semana del 8 de abril de 1973 con mis tíos catalanes fuimos a Benicarló y Peñíscola. Por la mañana ya estábamos en

Castellón. Mi padre me compró una bandera blanca y negra y estuvimos filmándono­s en súper 8 en el parque

Ribalta, yo con la bandera apoyada en el hombro. El viejo Castalia era un espectácul­o. En la pista de atletismo, un par de tipos tocaban la dulzaina y el tambor. Cuando el Castellón saltó al campo estalló una traca interminab­le. Mi padre era feliz y yo también, aunque siempre me sentí más del Valencia que del Castellón. Debió influir que en 1971 estaba en el estadio de Sarrià el día que el Valencia C.F, entrenado por Di Stefano, ganó la Liga. Me recuerdo a la salida del campo, emocionado, entre los caballos de la policía armada, que iban llenando la calle de boñigas. Quise mucho al Valencia y al Castellón. ¿Pero qué sentido tiene ser toda la vida un inmigrante? De la manera que me pareció menos dolorosa para mi padre (desconecta­ndo uno años del fútbol) en la época de Cruyff entrenador me hice del Barça.

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