Sonrisas y lágrimas
Suecia celebra una clasificación inesperada mientras Alemania se desespera
La plaza Norra Bantorget de Estocolmo se llenó de seguidores suecos para ver el tercer y (se daba casi por seguro) último partido de su selección en este Mundial. El mazazo recibido tras el gol postrero de Kroos contra Alemania había rebajado las esperanzas de una selección de la que los suecos se sentían orgullosos pese a todo. Sin la figura omnipresente de Ibrahimovic, el grupo dirigido por Janne Andersson ya había dado la sorpresa al dejar fuera en la repesca a Italia, así que el Mundial era algo así como una bola extra en la que nada se podía perder. Pues resulta que Suecia ha sabido sacar partido de esa situación. Contra todo pronóstico, goleó ayer a México y noqueó de rebote a la campeona, humillada por los coreanos. Primera de grupo: “heja Sverige!”.
Hay tres nombres propios en esta hazaña celebrada con locura en Norra Bantorget y en todos los rincones del país, especialmente patriota (ya lo es de por sí) en estos acontecimientos. Sobresale un héroe inesperado, Andreas Granqvist, central de 33 años que ha sido capaz de marcar dos goles en la Copa del Mundo, ambos de penalti. Lo curioso del caso no es su veteranía si no que su actual equipo, el Helsingborgs, milita en la segunda división sueca. Es allí donde empezó y donde tenía pensado retirarse. Por su cabeza no pasaban emociones de tal magnitud. Los otros dos nombres de obligada referencia son Forsberg, el cerebro del combinado nórdico, sin duda el más talentoso, y Janne Andersson, un entrenador de perfil bajo que ha sabido conectar con el vestuario y la gente por su simpatía en el trato y su pragmatismo a la hora de sacar tajada de una plantilla por la que nadie daba una corona. La clave, considerar la idea del colectivo por encima de cualquier individualidad, es decir, en las antípodas de la era Ibrahimovic.
La euforia en Suecia contrasta con la profunda decepción que se propagó rápidamente por Alemania empezando por la caseta de la Mannschaft. “Nadie habla en el vestuario, todos están profundamente decepcionados. Reina una gran frustración y una decepción gigantesca”, explicó el mánager general de la selección germana, Oliver Bierhoff. Lo que debía ser una fiesta en Berlín, con centenares de aficionados siguiendo el partido en una fan zone, terminó en funeral. La frustración era absoluta. Aunque Alemania había dado demasiados síntomas de debilidad en Rusia, venía de adjudicarse el Mundial de Brasil y de saldar con victorias todos los partidos de la clasificación. Nunca había dejado una Copa del Mundo en la fase de grupos. Más dolor, incluso en Mallorca. Centenares de turistas alemanes se desesperaron viendo el partido en pantallas gigantes instaladas en los establecimientos de la Platja de Palma. “Lo lamento especialmente por los aficionados que esperaban con impaciencia el Mundial”, afirmó el presidente de la Federación Alemana, Reinhard Grindel, embargado por una “decepción sin límites”. La eliminación pone en cuestión el futuro de Joachim Löw, seleccionador en los últimos 12 años y recientemente renovado.