La Vanguardia

Una España sin norte se despide del Mundial al caer ante la modesta Rusia

Hierro rectificó tarde tras dejar en el banquillo a Iniesta y apostar por un equipo con un solo delantero: faltó ambición, mordiente y ritmo

- JUAN BAUTISTA MARTÍNEZ Moscú Enviado especial

El Mundial de Rusia ya es historia para España, que vuelve fracasada. Ayer fue superior a Rusia, pero incapaz de expresarlo con goles. El partido acabó empatado (1-1) y en los penaltis lo ganó Rusia (4-3). El Mundial arrancó mal, con el acuerdo entre Lopetegui y el Madrid, y acaba mal: adiós en octavos.

Fracaso absoluto en Moscú. Fiasco monumental. Incapacida­d total. España pasó del tiqui-taca al taca taca, jugó andando durante buena parte del partido ante un rival ultraconse­rvador y quedó fuera del Mundial en octavos. Un golpe tremendo. Es verdad que si alguien hizo más méritos futbolísti­cos no fue otra que la selección española pero su impotencia a la hora de acelerar y su falta de ambición con el balón hasta la prórroga le castigaron a llegar a los penaltis. Lo que querían unos anfitrione­s que se sabían inferiores. En la ruleta rusa el organizado­r, que ya había empatado de penalti, se llevó la clasificac­ión. Fin de trayecto para hombres clásicos como Iniesta, que terminó llorando, y Piqué. También será la despedida del breve interregno de Fernando Hierro, un parche de urgencia colocado por la Federación Española por culpa de Florentino Pérez y de la deslealtad de Julen Lopetegui. La concentrac­ión española empezó como el rosario de la aurora y acabó en decepción.

No se puede salvar nadie y sería injusto echar las culpas a los que fallaron en la tanda. Koke y Aspas se encontraro­n con las paradas de Akinfeev y se añaden a nombres como los de Joaquín, que marró en el 2002 ante Corea, o Eloy, que hizo lo propio ante Bélgica en 1986. Tampoco cabe cargar las tintas contra De Gea, que se va del torneo con una parada en cuatro partidos y que en los penaltis rozó el de Smolov y no detuvo ninguno. La responsabi­lidad es general, empezando por los pesos pesados de un equipo avejentado, lento, sin sexta marcha ni el ardor para cambiar el plomo que propuso Rusia.

Y eso que Hierro intentó sacudir la alineación. No sirvió para nada. El selecciona­dor anunció tres cambios, aunque uno fue el que se llevó toda la atención, la suplencia de Iniesta. En su lugar entró Asensio, como si el efecto Mbappé hubiera calado también en la roja. El partido del madridista resultó anodino, por ser generoso. Cambio de guardia que se completó con el regreso al once de Koke por Thiago y la presencia de Nacho en el lateral diestro. Claro que el selecciona­dor español no fue el único que tenía guardados ases en la manga. Porque el técnico ruso, Cherchesov, sacó de la alineación a uno de sus mejores hombres, Cherysev.

El estadio Luzhniki estaba abarrotado y envalenton­ado, más que su entrenador y que su equipo que entraron en escena con un planteamie­nto cobarde, que se demostrarí­a efectivo por culpa de la pobreza de España. Rusia sólo se protegía y lo fiaba todo a alguna carrera de Golovin.

Por su parte, España movía la pelota, con poca velocidad eso sí.

Pero a las primeras de cambio la roja se puso por delante. Zhirkov realizó una dura entrada sobre Nacho y la falta lateral la botó Asensio. Mandó la pelota hacia Ramos que forcejeó con Ignashevic­h. El defensa ruso, más pendiente del madridista que del balón, acabó por introducír­selo en su portería aunque Ramos quiso llevarse los méritos.

Sea como fuere mandaba España y los de Cherchesov, todos pertenecie­ntes a clubs rusos, iban a acusar el golpe durante una fase. Un tramo en el que España colocó el encuentro en la mecedora pero se olvidó de poner el despertado­r. Craso error que pagaría con la eliminació­n.

Rusia apenas salía, pero España sólo tenía la pelota para no sufrir. Una posesión insulsa cuando la situación requería colmillo. Ni Rusia salía ni España entraba completand­o un paisaje de sopor. Del letargo emergieron los rusos gracias a un remate de Golovin que se marchó fuera pero que despertó a la parroquia, que gritaría alborozada cuando Piqué cometió penalti. El central, tras un córner, interrumpi­ó con la mano un cabezazo de Dzyuba. Estaba de espaldas pero saltó con el brazo arriba. Pena máxima que transformó el mismo delantero.

Empate que castigaba la falta de ambición española y que debía poner el partido en otra pantalla distinta. Pero no fue así porque ocurrió lo mismo. Ataque sin sustancia de España y defensa militariza­da de Rusia. Táctica que se mantuvo incluso con los cambios. Hierro miró al banquillo y se acordó de Iniesta,

UNA CALAMIDAD La eliminació­n pone fin a una trayectori­a que empezó con el sainete del entrenador y acabó fatal

que salió por un lamentable Silva, y Cherchesov se anticipó metiendo en liza a Cheryshev. Las modificaci­ones no produjeron variantes aunque Iniesta rozó el gol redentor con un disparo que desbarató Akinfeev, que también salvó en la segunda jugada un remate de Aspas.

En medio de un calor que afectaba al ritmo del partido nadie de España se movía con criterio y Rusia se dedicaba a guarecerse, convirtien­do a De Gea en un espectador.

El partido olía a prórroga y así fue. Al menos en la prolongaci­ón España por fin generó alguna ocasión, como una escapada de Rodrigo. Su disparo lo desvió el portero y Carvajal no pudo rentabiliz­ar el rechace. La única que quería marcar era España. Los anfitrione­s pedían los penaltis a gritos y la roja continuaba con su dominio, mejorado una pizca con las ganas de Rodrigo y Aspas. Pero ni por esas y la clasificac­ión se resolvió en la lotería. El premio fue para Rusia.

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PETER POWELL / EFE Desazón Koke,Isco, Carvajal, Busquets y Piqué lamentándo­sede la eliminació­n de España tras la tanda de penaltis, anocheen Moscú

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