Pragmatismo unilateral
ORIOL Junqueras ha hablado lo justo desde Estremera en los ocho meses que lleva en prisión, pero se le ha entendido todo. Al presidente de ERC no le gustó que Carles Puigdemont se marchara a Bruselas sin comunicárselo (incluso había citado a varios de sus consellers al día siguiente en Palau donde conocieron la noticia de su fuga), ni tampoco el discurso maximalista que ha impuesto el expresident. La relación entre ambos no es buena, aunque sería más acertado señalar que resulta prácticamente inexistente. Sin embargo, la división del independentismo desconcertaría a buena parte de los dos millones de votantes, así que Junqueras ha sido extremadamente discreto en sus opiniones. De todos modos, este fin de semana, la conferencia nacional de ERC se abrió con una carta del presidente del partido, que leyó el diputado Gabriel Rufián, donde fue bastante más explícito. Así, marcó distancias con la radicalidad del independentismo y cargó contra “los discursos excluyentes”, porque esos sí que suponen una vuelta al autonomismo. Además insistió en no querer correr demasiado para ensanchar la base social del soberanismo. Y, no solo eso, dijo que ERC había cargado con el trabajo y la responsabilidad para salvar el 1-O, y añadió que no admitía lecciones de patriotismo, ni de dignidad, de nadie: “No somos la fe de los conversos”. Le faltó tiempo al PDECat para responder, porque interpretaron estas palabras como una crítica directa.
ERC aspira a ser la CDC del siglo XXI, en el sentido de ocupar la centralidad y, aunque no renuncia a nada, ni a la vía unilateral, ahora están por el pragmatismo unilateral. Es decir, aprovechar la existencia de Pedro Sánchez en la Moncloa no solo para buscar salidas al momento político, sino también para reforzar el autogobierno. Sería el pragmatismo como lo entendía Gramsci: “Mi pragmatismo consiste en saber que si golpeas tu cabeza contra la pared, es tu cabeza la que se romperá, no la pared”.