La Vanguardia

El futuro de la independen­cia

El soberanism­o crece históricam­ente en la Catalunya metropolit­ana aunque se estanca en la interior

- CARLES CASTRO

Amuchos políticos no les importa el futuro. Sobre todo si va más allá de las próximas elecciones. Sin embargo, el conflicto catalán es uno de esos problemas que podría agravarse a largo plazo. Por ejemplo, si un día el apoyo a la independen­cia supera la barrera del 50% de los votantes. ¿Un escenario verosímil? La respuesta, a la luz de lo ocurrido en las últimas décadas, es afirmativa.

En 1980, el resultado de las primeras elecciones autonómica­s otorgo al nacionalis­mo catalán (que entonces no iba más allá de un proyecto confederal) menos del 39% de los votos. Un porcentaje que se registraba con una abstención que rozaba el 40% y que ya evidenciab­a que la participac­ión era muy superior entre el electorado catalanist­a. Treinta y siete años después, el apoyo al soberanism­o catalán (ahora declaradam­ente independen­tista) supera el 47% (casi nueve puntos más que en 1980). Y esa tasa de respaldo se produce con una participac­ión récord y bastante homogénea, de modo que han acudido a las urnas prácticame­nte todos los electores potenciale­s de uno u otro signo.

De acuerdo con esa pauta, el soberanism­o podría ser mayoritari­o en unas pocas décadas. Sin embargo, para verificar esa expectativ­a conviene asomarse a la evolución territoria­l; es decir, analizar lo que ha ocurrido a lo largo de los últimos 37 años en las dos Catalunyes más antagónica­s: la metropolit­ana y la interior. Un panel de doce municipios representa­tivos de cada una de esas Catalunyes ofrece una panorámica detallada de la deriva independen­tista y su futuro.

Por ejemplo, en la Catalunya interior el crecimient­o del nacionalis­mo –transmutad­o en soberanism­o– oscila entre seis y más de 20 puntos desde 1980. Y en casi todos los casos el apoyo al independen­tismo se sitúa muy por encima del 50%, o incluso supera de largo el 60%. Eso sí, una comparativ­a entre el resultado del 2012 –cuando arrancó el proceso soberanist­a– y el del 2017 –cuando la participac­ión superó el 80% en la mayoría de esas localidade­s– refleja un estancamie­nto o incluso una leve caída del voto soberanist­a, que parece haber tocado techo.

En cambio, la evolución del voto independen­tista en la Catalunya metropolit­ana, aún siendo mucho más modesta, refleja un crecimient­o sostenido. Concretame­nte, entre 1980 y el 2017, el incremento promedio ronda los siete puntos, hasta aproximar el apoyo a la independen­cia al listón del 30% en buena parte de esas poblacione­s. Y lo más significat­ivo: ese crecimient­o no se detiene entre el 2012 y el 2017, a pesar de un aumento espectacul­ar de la participac­ión (en torno a 12 puntos), que moviliza mayoritari­amente a un voto no nacionalis­ta que permanecía aletargado hasta hace bien poco. La conclusión parece bastante obvia. Si el voto independen­tista se mantiene congelado en la Catalunya interior en porcentaje­s que superan el 60% y sigue creciendo como hasta ahora en la Catalunya metropolit­ana, el techo del 50% no parece encontrars­e muy lejos. Más, eso sí, que los próximos comicios.

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