Fútbol o matrimonio
En domingos como el de ayer, uno se pregunta cómo sería su vida de estar felizmente casado. Hay dos escenarios –lo que antes llamábamos hipótesis–: bronca, morros y petición de divorcio o mucho amor, elevada tolerancia y el arte del pacto.
¿Qué tenía de especial este domingo 1 de julio? La tormenta perfecta: dos partidazos del Mundial, carreras de motos, fórmula 1, día de playa y actividades sexuales (optativas).
¿Es compatible el matrimonio con semejante agenda dominical? A mi, naturalmente, me conviene creer que no a fin de reforzar creencias, más bien escépticas sobre las ventajas de la vida en común. ¿Ha nacido mujer en el planeta capaz de aguantar un domingo basado en la sucesión de acontecimientos deportivos –he dicho acontecimiento y no eventos– capaces además de condicionar el humor del, en este caso, marido? Yo creo que no, de ahí que opte por la huida hacia adelante, consistente en no atender el móvil y concentrarme en el Mundial, las motos, los bólidos y el VAR en absoluta soledad.
Es una pena que pocas mujeres considerasen ayer el domingo ideal: dos partidazos, motos, F-1...
Es una lástima que las mujeres de mi generación tengan otras aficiones y sean muy pocas las que consideren un domingo perfecto aquel en el que uno se planta ante el televisor y alterna emociones aunque esté mal visto y parezca propio de pachorras. ¿Acaso la simple interpretación de los himnos de Rusia y España en el mismo Moscú no es suficiente para sentir un nudo en el estómago? ¿Por qué subir al Everest y bajar andando está considerado más gratificante?
Sólo pensar en las transacciones conyugales que uno debería hacer para tener lo que a mi tan poco me cuesta produce más vértigo que la cara empinada de los grandes picos.
–¿Qué no quieres salir de casa con el domingo espléndido que hace? ¿Para esto te has casado?
Ya imagino que esto sólo lo salvan los hijos menores de edad en caso de –convenientemente adoctrinados– decantarse por la opción deportiva. Ahí entra en escena la democracia y la posibilidad de someter a consulta vinculante el programa del domingo.
–¿Comer a la dos en punto? Yo me bajo a la piscina y ya os apañaréis...
Al lector, como al soci del Barça de la era Núñez, no se le puede engañar. Escribo con premura y cierta ansiedad porque hay fútbol y drama a la vista. ¡A la calle! Eso les va a pasar a dos selecciones nacionales en cuestión de minutos y a algún casado que, como yo, ha optado unilateralmente por anteponer la ilusión del Mundial a la de la vida conyugal.
Desconozco lo que deparará la jornada y las consecuencias anímicas (me refiero al fútbol, no a las trifulcas de Junqueras y el gran Puigdemont, al que imagino ayer con un gorro ruso y su estrellita roja animando a los anfitriones en alguna cervecería-salchichería germana). Cada loco con su tema, sus tonterías y sus domingos.