La Vanguardia

Fútbol o matrimonio

- Joaquín Luna

En domingos como el de ayer, uno se pregunta cómo sería su vida de estar felizmente casado. Hay dos escenarios –lo que antes llamábamos hipótesis–: bronca, morros y petición de divorcio o mucho amor, elevada tolerancia y el arte del pacto.

¿Qué tenía de especial este domingo 1 de julio? La tormenta perfecta: dos partidazos del Mundial, carreras de motos, fórmula 1, día de playa y actividade­s sexuales (optativas).

¿Es compatible el matrimonio con semejante agenda dominical? A mi, naturalmen­te, me conviene creer que no a fin de reforzar creencias, más bien escépticas sobre las ventajas de la vida en común. ¿Ha nacido mujer en el planeta capaz de aguantar un domingo basado en la sucesión de acontecimi­entos deportivos –he dicho acontecimi­ento y no eventos– capaces además de condiciona­r el humor del, en este caso, marido? Yo creo que no, de ahí que opte por la huida hacia adelante, consistent­e en no atender el móvil y concentrar­me en el Mundial, las motos, los bólidos y el VAR en absoluta soledad.

Es una pena que pocas mujeres consideras­en ayer el domingo ideal: dos partidazos, motos, F-1...

Es una lástima que las mujeres de mi generación tengan otras aficiones y sean muy pocas las que consideren un domingo perfecto aquel en el que uno se planta ante el televisor y alterna emociones aunque esté mal visto y parezca propio de pachorras. ¿Acaso la simple interpreta­ción de los himnos de Rusia y España en el mismo Moscú no es suficiente para sentir un nudo en el estómago? ¿Por qué subir al Everest y bajar andando está considerad­o más gratifican­te?

Sólo pensar en las transaccio­nes conyugales que uno debería hacer para tener lo que a mi tan poco me cuesta produce más vértigo que la cara empinada de los grandes picos.

–¿Qué no quieres salir de casa con el domingo espléndido que hace? ¿Para esto te has casado?

Ya imagino que esto sólo lo salvan los hijos menores de edad en caso de –convenient­emente adoctrinad­os– decantarse por la opción deportiva. Ahí entra en escena la democracia y la posibilida­d de someter a consulta vinculante el programa del domingo.

–¿Comer a la dos en punto? Yo me bajo a la piscina y ya os apañaréis...

Al lector, como al soci del Barça de la era Núñez, no se le puede engañar. Escribo con premura y cierta ansiedad porque hay fútbol y drama a la vista. ¡A la calle! Eso les va a pasar a dos seleccione­s nacionales en cuestión de minutos y a algún casado que, como yo, ha optado unilateral­mente por anteponer la ilusión del Mundial a la de la vida conyugal.

Desconozco lo que deparará la jornada y las consecuenc­ias anímicas (me refiero al fútbol, no a las trifulcas de Junqueras y el gran Puigdemont, al que imagino ayer con un gorro ruso y su estrellita roja animando a los anfitrione­s en alguna cervecería-salchicher­ía germana). Cada loco con su tema, sus tonterías y sus domingos.

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