Investigación (en) ética
Las estructuras competitivas suelen tener éxito, por eso son copiadas; las que no lo son frecuentemente quedan obsoletas, por lo que caen en el olvido. Los procesos en cualquier actividad o industria se desaceleran cuando se reducen los recursos de las organizaciones que compiten entre sí: porque el objetivo deja de tener interés o porque se han sobreexplotado las fuentes que alimentaban a los agentes en liza.
La competencia no es producto de una voluntad o un plan secretos. Como demuestran las ciencias naturales, es una característica de todos los sistemas humanos y biológicos. La interacción espontánea de las partes del engranaje social sigue una dinámica colectiva. No se debe identificar la competencia con la ausencia de cooperación. Precisamente, la competencia en los niveles superiores propicia la cooperación.
La competencia estimula el progreso. Y la cooperación es una estrategia mucho más eficaz que la competencia, aunque es más difícil de implantar y mantener. El progreso se ha vinculado históricamente a cuestiones normativas: hoy continúa psicológicamente ligado a la mejora de la calidad de vida. Sin embargo, esta relación no está asegurada.
El progreso en el futuro será inevitable, no obstante, su repercusión favorable no se puede dar por descontada; dependerá de la evolución del sistema social y de la gestión que se haga de ella. En síntesis, el conocimiento acumulado es el motor del desarrollo, y sin la autoridad de la ciencia, la creciente complejidad del mundo sería ingobernable.
La universidad lidera en buena medida la innovación. Estos conceptos, convenientemente agrupados y asociados a otros como la investigación o la tecnología, ya operan como valores en sí mismos: en los laboratorios, en las aulas, en los congresos, en los medios... Encajan sin traumas porque comparten el lenguaje, el registro, los procesos, las metas y las limitaciones.
Pero estos valores –el conocimiento, el progreso, la evolución– conviven con otros menos sólidos y soportan la delicada tensión entre competencia y cooperación. Por esta razón, la comunidad que trabaja en la ciencia, la universidad, la innovación, etcétera, necesita una guía axiológica, una referencia ética y moral similar a la elaborada por el Institute of Electrical and Electronics Engineers en el campo de la tecnología. Ahora mismo no la tiene. Quien la redacte, pasará –merecidamente– a la historia.