La Vanguardia

Aquellas pistolas y aquellas rosas

Guns N’Roses hace vibrar el Estadi Olímpic con sus grandes éxitos

- Xavi Ayén Barcelona

La antaño conocida como “banda más peligrosa del planeta” hizo estallar anoche todos los medidores de decibelios en las proximidad­es del Estadi Olímpic Lluís Companys (incluso la inauguraci­ón del Grec se aplazó para no sufrir la tormenta sónica, que se oía desde Montjuïc hasta bien avanzado el Eixample). Los míticos Guns N’Roses, liderados por el vocalista Axl Rose y de nuevo con el guitarrist­a Slash y el bajista clásico Duff McKagan como hijos pródigos vueltos al redil –tras haberse ido durante décadas– interpreta­ron, en el marco de su gira mundial Not in This Lifetime (“no en esta vida”), temas grabados a fuego en el imaginario de dos o tres generacion­es, de Mr Brownstone a Chinese Democracy pasando por Welcome to the jungle, Better, Estranged, Live and let die, Rocket Queen, Shadow of your love, Attitude, Civil war... Entre los momentos más coreados por los 50.000 espectador­es, You could be mine, Nightrain o la apoteosis final de Paradise city.

Aunque ya se les había visto juntos a los tres en Madrid y Bilbao el año pasado –la reconcilia­ción se produjo en una conversaci­ón telefónica entre Axl Rose y Slash en marzo del 2015– los fans que acudieron a adorarlos a Badalona en el 2010 se habían tenido que conformar con una formación con menos miembros originales.

Desde los primeros sones de la castigador­a It’s so easy –que empezó a sonar a las 21.55 h– los california­nos devolviero­n al público, inevitable­mente, al pasado –a un pasado intenso– ya que, desde que se pelearon a mediados de los años 90, y tras más de veinte de separación, lo que importa no son sus inexistent­es temas nuevos (los de Chinese democracy se remontan al 2008, cuando ya solo quedaba Axl). Su discografí­a reciente es una suma de reedicione­s, inéditos y rarezas variadas y, de hecho, lo que predomina en el actual espectácul­o es el álbum Appetite for destructio­n, de 1987, el más vendido de su carrera. Los Guns N’Roses, en fin, le dan al público lo que quiere: le trasladan a otra época, a unos tiempos en que no había ninguna polémica por cantar la ayer aclamada Used to love her (“la quería, pero tuve que matarla”) ni tampoco parecías un cursi porque se te erizara el vello con la balada November rain. En esta galería de grandes éxitos tienen su papel algunas de sus versiones, por ejemplo de Bob Dylan (Knockin’ on heaven’s door) a The Who (The seeker)

pasando por Pink Floyd (Wish you were here) e incluso –buen rollo– de la mismísima Velvet Revolver (Slither), la banda que montaron en el 2002 los miembros fugados

Slash, Duff y Matt Sorum.

El grupo se entrega con generosida­d, en unas actuacione­s-apisonador­a que pueden sobrepasar las tres horas de música con bises. Dan, por tanto, para mucho, un auténtico akelarre con sus clímax y sus pausas, bañado con pirotecnia, llamas de fuego y audiovisua­les de esos en los que salen chicas, calaveras, tanques, balas y ojos psicodélic­os. Aunque el tiempo pasa, Axl tiene 56 años y ahora le sientan mejor los pantalones largos, aunque sean desgarrado­s, que los calzoncill­os con los que corría de joven. Hay que seguir destacando su voluntario­so vigor, las carreras

Los california­nos mantienen su esencia, con los solos de guitarra de Slash y el vigor voluntario­so de Axl

que se pega, y, por supuesto, los legendario­s solos de guitarra –esa Gibson Les Paul dorada– de Slash, con sus gafas de sol, melena negra y sombrero de copa, que se atreve con lo que sea, levantando al público de sus asientos.

Hay, ciertament­e, división de opiniones sobre esta operación revival tan jugosa en las taquillas y tan significan­te para el público: algunos dirán que se nota que siguen sin llevarse bien porque ni siquiera se miran, otros que la voz de Axl Rose ya no está para estos trotes, o que a veces ponen el piloto automático... Todo son maneras de verlo pero resulta difícil no dejarse arrastrar sobre el terreno por el estallido energético de la propuesta y limitarse a disfrutar de Guns’N’Roses, la última gran banda de la era dorada del hard rock y casi un estado de ánimo.

Anoche, desde luego, los espectador­es mayores traían de casa la predisposi­ción de volver a disfrutar de viejas sensacione­s y los más jóvenes –muchos– las ganas de vivir algo histórico que no conocieron en su primera versión, pero que les hubiera gustado.

El concierto se desarrolló con normalidad. La banda venía de actuar el viernes en el festival Download de Madrid y, tras Barcelona, se irá a Holanda, Alemania, Polonia, Rusia, Estonia, Noruega, Suecia, Indonesia, Filipinas, Malasia, Taiwán, Hong Kong, Emiratos Árabes y Sudáfrica. Esta gira es una experienci­a global que hará a muchos decir, en varios continente­s: yo estuve allí, en aquel tour de los últimos grandes dinosaurio­s del rock duro. Por decibelios, cualidades y sentimient­os no será. Peligro, bueno, peligro ya no tienen tanto... pero ¿qué más da?

 ?? ÀLEX GARCIA ?? Un momento del concierto, anoche, con el vocalista Axl Rose y el guitarrist­a Slash de Guns N’Roses en el Estadi Olímpic Lluís Companys
ÀLEX GARCIA Un momento del concierto, anoche, con el vocalista Axl Rose y el guitarrist­a Slash de Guns N’Roses en el Estadi Olímpic Lluís Companys
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